RETRATOS DE MUJERES 19
de los accidentes de la vida, tiene que bajar la cabeza, se refugia en una especie de fatalismo providencial que sus ligaduras con Port-Royal y sus lecturas de Nicole y de San Agustín le habían inspirado. Este su carácter religioso y resignado aumentó con la edad, y a veces, se trasluce en su lenguaje algo muy sensato y de una ternu- ra más seria, Hay, sobre todo, una carta a M. de Cou- langes sobre la muerte del ministro Louvois, en la que llega a la sublimidad de Bossuet, así como en otros tiempos y con otros motivos llegaba a la nota cómica de Moliere.
Monsieur de Saint-Surin en sus estimables trabajos so- bre Madama de Sévigné no pierde ocasión de compararla con Madama de Staél, en cuya comparación sale ganancio- sa Madama de Sévigné. Nosotros creemos que hay interés y provecho en este paralelo, pero que no debe tener como consecuencia, un detrimento para la una ni para la otra. Madama de Staél representa toda una sociedad nueva; Madama de Sévigné representa una sociedad que des- apareció, y de ahí esas prodigiosas diferencias, que po- drían hacernos creer que consistían en diferencia de in- genio y de sentimientos. Sin embargo, y sin pretender negar la profunda disparidad de sus dos almas, pues una sólo conoció el amor maternal y la otra todas las pasio- nes, hasta las más generosas y las más viriles, se encuen- tra en ellas, observándolas desde cerca, mu-has cuali- dades que les son comunes, y cuyo desarroli> desigual no ha obedecido sino a la diferencia de época. ¡Qué na- turalidad llena de gracia ágil, qué páginas radiantes de ingenio se encuentran en Madama de Staél cuando otros sentimientos no se interponen, y cuando deja dormir a su filosofía y a su política! Pero ¿es que a Madama de Sévigné no se le ocurre también filosofar y disertar? ¿De qué le servirían sus Ensayos de Moral del Sócrates cristiano y de San Agustín? Porque esta mujer, que ha sido tachada de frívola, lo leía todo y leía bien. Si no