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RETRATOS DE MUJERES 177

la naturaleza quiera; mi último suspiro será un suspiro de alegría y de esperanza por las generaciones que nos sucederán”.

Los juicios de Madama Roland sobre La Fayette nos asombran por el contraste que forman con el unánime respeto de que hemos rodeado a esta patriótica vejez. En su Correspondencia con Bancal, Madama Roland se muestra muchas veces injusta. En una carta a Brissot del 31 de julio de 1792, muy importante históricamente, llega a ser, es preciso decirlo, insultante, vomita injurias y califica al virtuoso general en los mismos términos que Voltaire irritado calificaba a Rousseau. Enrojezcamos an- te estas pasiones políticas y ante los errores que traen consigo, y que más tarde las almas bellas lloran. Madama Roland, quince días antes de su muerte, se retractaba sin duda de su crudeza contra La Fayette, justificándole en los términos siguientes, con motivo de la acusación lan- zada por Amar contra Brissot de complicidad con el ge- neral: “El era partícipe del error que sobre La Fayette, arrastrado por teorías que su talento adoptaba, no tuvo la fuerza de carácter suficiente para sostenerse en los mo- mentos difíciles de la lucha, o, acaso que, asustado por las consecuencias que traería el tener un gran ascen- diente sobre el pueblo, juzgó prudente guard.r su equi- librio”. Estas diversas suposiciones, son evidentemente los grados recorridos por Madama Roland en su arrepen- timiento por su primera injusticia. Pero se observará cuán- tas precauciones toma, lo que prueba que, una vez come- tida una injusticia, es muy penoso el repararla !,

De regreso a París, al final del año 1791, Madama Roland entró, puede decirse así, con su marido en el mi- Mu

1 Es conveniente ver en la Vida de Madama La Fayette, por Mada- ma Lasteyrie (1858), la correspondencia de Madama de La Fayette con Roland, ministro, cuando fué detenida en septiembre de 1792. También se observa una gradación desde los primeros rigores hasta el despertar de los sentimientos de humanidad y de justicia. Madama de La PFayette, en su generoso desco de ir en socorro del general cautivo, había acabado por tener un apoyo sincero en Roland, es decir, con Madama Roland.