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176 MADAMA ROLAND

videncia digna de su talento superior. El juicio sobre Mirabeau es la obra de una bella calma y de una com- pleta lucidez. Y en cuanto a los acontecimientos, se ve

  • repetidas veces que los presiente, y aunque no ignora el

camino que sigue, no quiere ni acortar el paso ni volverse. Así escribe a Bancal: “No se trata ahora de morir por la libertad; hay ahora algo más importante que hacer: es preciso vivir para establecerla y para su defensa”. Y más allá: “Yo sé que buenos ciudadanos miran el por- venir con tranquilidad, pero, a pesar de todo lo que di- cen, yo estoy convencida de que abusan de su tranqui- lidad”. Y luego: “Yo creo que los más prudentes son los que declaran que el c:]cular los sucesos futuros es imposible”. Se extiende largamente sobre esta virtud pe- rezosa que se llama paciencia, pero que es tan necesaria a las buenas gentes para llegar a resultados útiles a ellos mismos; pero, por una contradicción singular, ella se im- pacienta en seguida. Lamentando la captura de Luis XVI, fugitivo en Varennes, ella da por razón que sin este fas- tidioso suceso, la guerra civil era inevitable, y, entonces, la nación hubiera sido una gran escuela de virtudes ci- viles. Exasperada por los acaecimientos del Campo de Marte, dice que acaba aplaudiendo los últimos excesos de la Asamblea y deseando mayores aún, como último medio de despertar a la opinión pública. A mí me agrada mucho más su alma virgen, largo tiempo contenida, y de repente expansiva, cuando sueña con perspectivas infi- nitas de esperanza para estos sobrinos que ya no verá más, cuando proclama con lágrimas su fe sin tibiezas en esta religión del porvenir tan respetada aun por los mis- mos que no la comprenden. Testigo de un triunfo elocuen- te de Brissot ante los jacobinos, exclama: “Por fin he visto el fuego de la libertad encenderse en mi país y ya no podrá apagarse. Los últimos sucesos le han ali- mentado, las luces de la razón se han unido con el ins- tinto de mantenerle y aumentarle... Yo moriré cuando