256 MADAMA DE LAFAYETTE
se desgloban con sutileza de la confusión. Estos celos de Alfonso que parecen tan inverosímiles a los contemporá- neos, y que según dice Segrais fueron copiados de la rea- lidad, más bien disminuyéndola que aumentándola, es- tán definidos con destreza y claridad en todas sus transi- ciones y en su descompostura. Entonces notamos el mé- rito y la presencia de la observación. Un bello pasaje, y que ha sido calificado de admirable por d'Alembert, es aquel en que los dos enamorados que se habían separado pocos meses antes sin saber el uno el idioma del otro, se encuentran inopinadamente y comienzan a hablarse cada cual en la lengua que no es la suya propia, que han apren- dido en el intervalo, y luego se detienen enrojeciendo por aquella mutua confesión. Yo soy ferviente admirador de estas observaciones sentimentales como las hace Madama de La Fayette no sin una secreta mirada hacia ella misma: “¡Ay, don García! Teníais razón; pasiones que nos sor- prenden y se apoderan de nosotros, en tanto que las otras son uniones a las que prestamos voluntariamente nuestro corazón. Las verdaderas nos las arrancan a pesar nuestro”.
Madama La Fayette no conoció, creo yo, esas pasiones que nos arrancan el corazón, sino prestó el suyo volunta- riamente. Cuando escogió a M. de La Rochefoucauld para unirse a él, yo he dicho que ella debía tener treinta y dos o treinta y tres años y él cincuenta y dos. Sin duda se veían desde mucho antes, pero yo me refiero a la unión definitiva. Veremos por la siguiente carta inédita hasta ahora, y que es de las más confidenciales que podemos desear, que por el tiempo de la publicación de las Má- ximas, y cuando la entrada del conde de Saint-Paul en la sociedad, corrían rumores acerca de la unión de Madama de La Fayette y M. de La Rochefoucauld, y como de un asunto reciente. Luego, la publicación de las Máximas y la entrada del conde de Saint-Paul en la sociedad con- cuerdan en el año 1665 ó 1666. Madama de La Fayette escribió esta carta a Madama de Sablé, antigua amiga de
