RETRATOS DE MUJERES 31
de matrimonio y un nombramiento para Ernesto y es recibido con todos los honores, y que Ernesto anuncia en voz muy alta, con orgullo, su repentina resolución de mar- charse al día siguiente, muy temprano, a París. Pero, por la noche, cuando todos se han retirado a sus habitaciones, cuando el reposo reina en toda la casa, y Mile. de Lirón, después de haber hecho su acostumbrada inspec- ción entra en su cuarto, no sin pensar en el pobre Ernesto, a quien teme haber afligido con su última brusquedad, ¡qué ve! El propio Ernesto está allí, ha venido para de- cirle adiós, para reprocharle su dureza, para verla una vez todavía, y marcharse luego maldiciéndola... Pero Ernesto no sale de allí hasta la mañana, ebrio de dicha, bendi- ciendo a su prima, olvidando su reloj en aquel cuarto sa- grado, prometiendo, bajo juramento inviolable, que no volvería hasta que pasase un año, durante el cual traba- jaría por su porvenir en el mundo. Ernesto había entrado en la habitación siendo niño y salía siendo hombre.
Aquella misma mañana el señor de Lirón recibió al des- pertar una carta de su hija, en la que ésta anunciaba que después de haber reflexionado seriamente, creía un deber suyo rechazar la mano de M. de Thiézac y les ventajas con que éste quería honrarla,
Pasa un año. Y aquí es la ocasión de decir que Mile. de Lirón era bella y en qué grado superlativo, pues esta helleza se alterará al mismo tiempo que su salud, hasta entonces tan perfecta; y cuando Ernesto la vue.ve a ver pasado el plazo prescripto, a pesar de su amor y de sus cuidados cada vez más tiernos, ella leerá en sus ojos in- voluntariamente que ya no es la misma. Mille. de Lirón es blanca como la leche; tiene los cabellos negros, los ojos de un azul de mar, género de belleza bastante común entre las mujeres del Cantal, donde su madre ha nacido. Era un poco gruesa, lo que no es despreciable, pero que perjudica un poco al ideal. Sin embargo, alabo de todo corazón al verídico historiador que nos muestra a Mlle. de