Ir al contenido

Página:Sainte-Beuve retratos de mujeres.djvu/29

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

32 MADEMOISELLE DE LIRÓN

Lirón un poco gruesa, puesto que lo estaba en los comien- zos de esta aventura; pero yo querría que se hubiese equi- vocado al recordarlo al final, cuando le practicaron una sangría con dificultad en la última enfermedad. A la lar- ga, los sufrimientos debieron enflaquecer a Mile de Lirón. Mademoiselle Aissé, que murió, es verdad, de una tisis pul- monar, y no de un aneurisma al corazón, había llegado a estar muy flaca, como ella misma lo dice: “Estoy extrema- damente flaca; mi cambio no parece tan grande cuando estoy vestida. No estoy amarilla, pero sí muy pálida; no tengo feos los ojos; con un peinado echado sobre la trente estoy aún bastante bien; pero mi desnudo no es tentador, y mis pobres brazos, que aun cuando estaba buena han sido siempre feos y aplastados, parecen ahora dos palos de tambor”. Si Mlle. Aissé, aun en sus mejores tiempos, ha sido siempre un poco flac ., ciertamente le puede ser permitido a Mile. de Lirón el haber sido un poco gruesa. Además, esto nos vale al comienzo de la historia una bonita escena doméstica de pastelería, en la que vemos ir y venir en la pasta las manos blancas y con hoyuelos y los brazos desnudos hasta el hombro de Mlle. de Lirón. Pero, lo repito, yo desearía que al final, en medio de los salones y de la sublimidad de sentimientos que dominan, no se hiciese mención de este insignificante detalle en tan noble personaje; la llama de la lámpara debía ser más cébil a medida que lucía. Yo me imagino, para acordar mi deseo con la exactitud bien reconocida del narrador, que él debió de saber por un testigo que la sangría en el pie tué muy dificultosa y atribuyó esta dificultad a que el pie permaneció gordo, siendo así que la sangría es lenta y penosa precisamente por la razón contraria. Sea como quiera, la noche de la visita y de la marcha de Ernesto, Mademoiselle de Lirón, pálida, en camisa, casi sobrecogida de temor, con sus hermosos cabellos cubriendo su rostro y sus ojos centelleantes por mil emociones; Mile. de Lirón, en este momento, estaba en el colmo de su belleza y entra-