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324 MADAMA DE LONGUEVILLE

extraño augurio! Esta aversión para el marido combatía los intereses del amante, y por éste no triunfar. Aquello era decaer. Por fin los impulsos de M. de La Rochefou- cauld cesan de ser la brújula de Madama de Longueville. Parece acoger sin mala cara los homenajes, los pierde poco a poco por las intrigas de Madama de Chatillón, quien se apodera de ellos como de un bien perdido, y quien al mismo tiempo encuentra medio de obtener los del prín- cipe de Condé, el cual escapa de nuevo a la confianza de su hermana. M, de La Rochefoucauld fué quien concertó por la política y por su propia venganza esta revancha tres veces dolorosa para Madama de Longueville. Estaba reñida ya abiertamente con su otro hermano el príncipe de Conti, que hasta entonces había gobernado y casi sub- yugado !. Pronto perdió los últimos restos de su esperanza cerca de M. de Nemours, que murió en el duelo con M. de Beaufort, y entonces su cólera y su odio se tornaron en lá- grimas, como si fuese la p.imera vez que desapareciese para ella. Hacia esta misma época fué conclusa la paz final (octubre 1652). La Corte y Mazarino triunfan; la juven- tud huye y sin duda la belleza también empieza a empren- der el mismo camino. Todo falta, pues, a la vez, o faltará para Madama de Longueville. Estando en Burdeos en un convento de Benedictinas, en donde se había refugiado ante las proximidades de la paz, escribió a las queridas Carmelitas del Faubourg Saint-Jacques, con quienes, en medio de las mayores disipaciones mundanas, no había roto nunca: “Nada deseo ahora con más ardor sino que esta guerra acabe para ir a echarme para el resto de mis días en vuestros brazos... Si tuve al mundo ciertos apegos de la naturaleza que podéis imaginaros, están ya rotos y casi destrozados. Esta noticia no os será desagradable. Yo pretendo que para hacerme más sensible a Dios, que para conseguirlo haría lo que os he dicho si hubiese paz, me

1 Sus relaciones con sus dos hermanos tuvieron todo el aspecto hura-

canado de las pasiones, El príncipe de Conti se había propuesto agradarle como hombre honrado más que como hermano (Madama Motteville).