392 MADAMA DE CHARRIERE
no fueron creados aun cuando parezcan extraños. Son verdaderos, han existidb, y así me cuesta menos trabajo que el inventarlos y describirlos. Resulta de este primer cuidado, y de este primer misterio de mi estudio con ellos, que los amo, que un reflejo mío llega hasta ellos, un ma- tiz que da al conjunto de sus figuras una cierta emoción. Este interés que en mí se despierta, es el mismo que con frecuencia existe en las novelas de un solo personaje. He aquí uno todavía, hacia el que el azar me guió y con el que deseo unirme estrechamente después de nuestro co- nocimiento.
Horacio se complace en colocar a Venus cerca de los lagos de Albania en mármol blanco bajo las ramas del naranjo o del limonero: sub, trabe citres. Muchos libros pequeños nacidos de Venus y queridos de sus gracias se ocultan perfumados en sus mesitas de palo santo. Para quien, hace veinte años, echó una mirada curiosa, y ha paseado su mano distraída sobre algunos de estos volú- menes preferidos, nada le es más conocido que Calixta, o Cartas escritas desde Lausana; nada le es menos que el autor. De él es de quien yo quiero hablar.
A juzgar por la obra se creería que el autor nació en Lausana o al menos en la Suiza francesa. Madama de Charriére vivía allí, pero no nació. Su nombre es uno más a añadir a esta lista de ilustres extranjeros que han cultivado y honrado el ingenio francés, la literatura fran- cesa del siglo xvIrr, en la que figuran el príncipe de Ligne y Madama de Krudner. Era holandesa y es preciso atre- verse a decir todos sus nombres.
La señorita 1. A. E. van Tuyll van Serookerken van Zuy- len, era hija de nobles barones que tenían un tan largo nombre. La llamaban Belle, abreviatura de Isabelle o de Arabelle. Tengo a la vista numerosas cartas de ella a su madre desde 1760 a 1767, En estas fechas aún no se había casado y tendría veinte años próximamente en 1760. Pasó su vida en la alta sociedad holandesa, los veranos en el
