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RETRATOS DE MUJERES 397

ni siquiera cuando son desgraciados para excitar nuestra compasión. Piensa, querido hermano, y dime si encuen- tras tanta alegría en desahogar nuestro corazón en el pe- cho de un amigo y descubrirle nuestros defectos y nues- tras alarmas para recibir sus consejos y sus consuelos, como amargura sentimos por la muerte de un amigo y por sus sufrimientos...”

Y en postdata añadía después de la muerte de su her- mano: “Me ha hecho sentir la amargura de la primera pena”.

La señorita Zuylen leía y hablaba el inglés y conocía su literatura. Hizo un viaje a Inglaterra en el otoño de 1766 y permaneció allí hasta la primavera de 1767, cono- ciendo a la alta sociedad, a todas las embajadoras y a la nobility, Su campo de observación varió. El siglo xvmi de esta sociedad inglesa se dibuja maravillosamente en sus cartas, como se reflejará después en las novelas:

“Te asombrarías viendo a estas bellezas sin ninguna gracia, talles esbeltos que no hacen una reverencia so- portable, algunas damas virtuosas que tienen el aspecto de modistillas, mucha magnificencia con poco gusto. Este es un extraño país. Se contaban ayer en nuestra vecin- dad seis mujeres separadas de sus maridos, y esta noche he cenado con la séptima. La mujer de mejor aspecto que he visto, la más educada y la mejor en costumbres ha dado un número infinito de padres a sus hijos, tiene una hija que se parece a milord... y que es 11uy bella. Ella no cesa de hacer observar esta semejanza, y me ha hablado de lo mismo las dos veces que la he visto.”

Tenía lugar. entonces, en Inglaterra, el renacimiento gótico al estilo del Castillo de Otranto, que luego se per- Teccionó, pero que no ha cesado:

“Marzo, 1767. —Nada me había asombrado en Lon- dres, pero he visto varios campos durante quince días que me han encantado. En los comienzos del mes de marzo, es- to me parece cien veces más agradable que todo lo que