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100 HUMBERTO SALVADOR

ción, así como la realidad externa es incompletamente conoci- da por los órganos de los sentidos.

El hombre ignora la parte más honda y bella de su vida in- terna. La psicoanálisis será el estilete maravilloso capaz de mostrar al desnudo las encrucijadas más raras, los rincones más desconcertantes del espíritu.

El análisis del inconsciente en el hombre civilizado, revela que éste conserva palpitantes las tendencias del hombre pri- mitivo. La cultura sólo ha modificado el aspecto exterior, pe- ro no sus instintos brutales, sus odios violentos, sus vengan- zas sombrías. La cultura es un disfraz elegante para la vida social,

El “yo”, que es el eje de la conciencia, sintetiza lo que de nosotros mismos hemos podido conocer. Pero sus raíces se agarran profundamente de los estratos en donde viven los ins- tintos.

La esfera de lo consciente es aquella región de lo anímico en la cual tienen vigor las leyes del pensamiento, las normas de la lógica, los elementos de la razón. Para lo inconsciente hay otras leyes, que siendo más incomprensibles, son más hu- manas. Aquí fracasan las normas del pensamiento; pierde su valor la lógica y lo racional se mezcla caprichosamente con lo irracional,

Entonces, huye derrotada la clásica división de animales irra- cionales, que comprendía a las otras especies, y racionales, que únicamente abarcaba a la especie humana.

El hombre es profundamente animal, tanto como puede ser- lo el tigre o la pantera. Representa el hombre un grado más de evolución. En varios aspectos supera a los demás anima- les, pero en otros es más imperfecto y cruel que ellos.

Segismundo Freud ha destrozado con una sola bofetada los paraísos. De un puntapié ha hecho pedazos a los dioses. Las religiones están hundidas después de su aparición. Su mano poderosa dió una puñalada a la cultura de occidente y ante la maldición de sus labios cayó para siempre la moral clásica.

Segismundo Freud dijo al hombre: Habéis creído que el sexo es la función más baja del organismo. Mira: toda la vida humana sexo es.

Por eso la revolución freudiana es más grande que la de Darwin y la de Copérnico.