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Página:Salvador Esquema sexual.djvu/126

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126 HUMBERTO SALVADOR

El arte religioso de Nueva Guinea, Polinesia, Indonesia, Africa y América del Sur, antes de la conquista española, es tan sexual como el de los templos de la India y el Japón.

En las primeras culturas, casi todo rito religioso implica danzas, cantos, ceremonias de índole sexual o la verificación real o simbólica del acto sexual. También la religión del 'an- tiguo Egipto, llena estuvo de simbolismo sexual.

Las religiones de Babilonia y Asia Menor, fueron notorias por la sexualidad de sus ritos. Las sacerdotisas eran prosti- tutas sagradas. “Casi todos los pueblos —-dJice Herodoto,—- tienen comercio con las mujeres en los templos”.

Se ha encontrado unánime en muchos pueblos, la creencia de que para que surta efecto la siembra de la semilla, debe ir acompañada del coito. Actualmente, los aldeanos de Holanda y Alemania, siguen fieles a la tradición. En los campos, se unen con sus mujeres, después de la siembra.

Esta idea era antigua en la cultura griega. Fué practicada en el Africa, en donde las fiestas agrícolas eran análogas a las de Baco. En la India y en Argelia, los campesinos creían que prescindiendo del coito, se dañaba la cosecha.

En Atenas se conservó, atenuado, igual carácter, Las “sa- turnalias” fueron las fiestas de la siembra entre los romanos, a las que sucedió el “carnaval” europeo. Su nofa característica era el hondo simbolismo sexual.

En Lavinio, el dios Liver, era conducido en un carro por todo el país y las damas coronaban con flores su sexo.

El coito tiene en las primitivas culturas un alcance sobre- natural. No se lo considera únicamente como acto fisiológico. El hombre no es sino un vehículo por cuyo medio se operan actos celestiales. Fué corriente la idea de que el esperma cons- tituye la sustancia actual de la divinidad.

Los hebreos y los griegos acostumbraban prestar el jura- mento más solemne, colocando la mano sobre sus genitales. El acto de la procreación se lo consideró como “divino” por excelencia.

Cuando tienen trato con las mujeres, los musulmanes reci- tan una breve oración, indicando así el carácter religioso del coito.

Los salvajes, cuyo criterio coincide con los conocimientos fisiológicos más avanzados, consideran la menstruación, que es la “eterna herida del amor'”, como una forma abortiva del