paciencia i la sagacidad. Sin embargo de que nuestra razon i nuestras obras van de acuerdo, no tenemos el orgullo de creerlas infalibles, principalmente en un tiempo en que se conjuran todos los accidentes para hacer vacilar la meditacion mas reflexiva i juiciosa; así encarecidamente interpelamos a V. E. para que se sirva indicarnos qué haría en su concepto acerca de nuestra futura conducta en vista del estado actual de las cosas. El del Perú un verdadero enigma; el de España se presenta por tantas fases como correos, o, mas bien, cartas nos llegan; las ideas de nuestros enemigos, i aun aliados, son insondables. Sírvase, pues, V. E., en ejercicio del encargo que le hace la corte, i de su alto empleo, en fuerza de los conocimientos que posee i de lo que debe al rei i a la nacion, darnos un dictámen que nos saque de este laberinto. A nosotros no nos ocurre otro refujio que ratificar en sus manos, a presencia del cielo i del mundo, que somos españoles i vasallos de Fernando, para quien mantendremos este último reducto; en él reinará sobre nosotros i sobre nuestros hermanos, los españoles fieles, a quien servirá de refujio, i para esto no será uno con la nacion en el caso que la fortuna la subrogue a otro, como se indica en la proclama de la rejencia de 6 de setiembre de 1810. Que ántes de sujetarnos a otro sacrificaremos nuestras fortunas i vidas; que desconfiamos del universo entero; que auxiliaremos en cuanto podamos a la metrópoli i provincias fieles al ▼rei; que a nadie incomodaremos, i que una empresa de esta importancia solo ha de confiarse a los que deben i tienen interes inmediato, i están resueltos a sostenerla miéntras respiren; que esta es la unánime voluntad de los ▼pueblos, espresada por ellos, modificada por sus representantes, i apoyada en el valor conocido de militares, de hombres listos, robustos i sobrios, que aborrecen el yugo estranjero mas que la muerte. Con el mismo candor, i en la efusion de nuestros sentimientos de amor al rei, a la humanidad i a la memoria de V. E., nos avanzamos a esponer a su consideracion una ocurrencia sujerida por la lealtad de nuestros corazones, que no nos permite sofocarla en la esperanza de que pueda ser oportuna. Observamos con el mas profundo dolor que las opiniones formadas sobre la economía del gobierno interior, que en España nos ha producido consecuenciás perjudiciales al sólido e interesante principio de amar, reconocer i defender al rei, hayan llegado en América al estremo de que, despues de derramarse tanta sangre i tan necesaria para resistir a los peligros estranjeros, hoi se halla el ejército del Brasil ocupando el territorio español, llamado por unos jefes que fueron destinados para mandar este reino, trama que se urdia desde mediados del año pasado, a pesar de la vijilancia del ministro de España, a quien se alucinó, segun la Gaceta de la Rejencia de 27 de noviembre de 1810. Precisamente estos designios, siendo en toda ocasion temibles, hoi se hacen mas sospechosos con la pública i válida voz que corre, que debe mantenerse su soberanía en la posesion de aquellas provincias, porque, a mas de sus anticipados derechos, es de temer que el señor don Fernando VII, aun cuando vuelva al trono de España, traerá todas las impresiones e ideas del emperador de los franceses, Acaso V. E. por unos medios pacíficos i reconciliatorios, pudiera evitar tan inminente e irreparable desgracia. Nosotros tendríamos la mayor gloria si, autorizado nuestro gobierno con la aprobacion de la metrópoli i con la moderacion de nuestra conducta, nos juzgase un instrumento capaz de facilitar los arbitrios de una amistosa conciliacion, o de que se acercasen a tratar este negocio algunos comisarios de los gobiernos limítrofes, cuya sola union bastaria para hacernos respetar de los enemigos esteriores, fortificar nuestra adhesion a la sagrada persona del rei i a la causa de la madre ▼patria, invirtiéndose en su socorro el numerario que hoi se emplea en destruirnos mútuamente, para ser víctimas despues del primero que aproveche de nuestra division el estado de languidez en que debemos quedar, o atraido por una faccion. No hai sacrificio que no haríamos en obsequio de un objeto tan grande e importante, cuyo logro acaso está reservado a nuestra pequeñez, como otras veces destinó el gran árbitro de los imperios, para instrumento de sus determinaciones o para conductor de la oliva al que ménos se pensaba, i que tal vez no tenia mas recomendacion que un deseo justo i una buena voluntad. Si llegase la nuestra a conseguir el dichoso fin que se propone, i que cree mui posible ¡qué perspectiva tan lisonjera para el servicio del rei, satisfaccion de Chile, honor de V. E. i bien del jénero humano! Para ello cuenta V. E. con nuestros últimos esfuerzos, con el mas profundo respeto a su carácter e íntima estimacion a su persona. —Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años. —Santiago de Chile i noviembre 6 de 1811. —Excmo. señor don José Abascal, virrei, gobernador i capitan jeneral de la provincia del Perú.
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