montada, a un corazon sensible; yo he dicho públicamente de Ud. que es un desconocido, un ingrato. Examinemos ahora los motivos: al poco tiempo de haber arribado a ésta, como marido i conjunto de doña María Aguirre, intentó Ud., bajo mi dirección, la acción del retracto del fundo que remató en pública subasta el marques de Guana. Declarado por bueno el tanteo, se presentó don Juan Miguel, pidiendo se le admitiese nueva puja; corrido traslado, pasó Ud. a verse con el asesor jeneral, quien, según la esposicion de Ud., le aseguró que el remate debia abrirse indefectiblemente. Yo espuse a Ud. que dicho auto se había sellado de un modo de que no tenia vuelta, i que eso de admitir nuevas posturas era una de las prerrogativas fiscales; que acaso el asesor jeneral se habia propuesto intimidarlo para por esta vía hacerle retrogradar del recurso. Evacuada la contestación del traslado, presentada al asesor, apénas éste dió una lijera ojeada al escrito, cuando reconvino a Ud. que no era necesario memoriales de tantas leyes, que el remate no podia abrirse. Repróchale Ud. que cómo ántes habia opinado lo contrario. Satisfizo aquél que, si en otro tiempo habia dictaminado así, hoi estaba por lo contrario. El recurso se ganó, Ud. me dió cuenta de todos estos acontecimientos, i Ud., en fin, habló de un modo que le hacia poco aire al asesor. Esto ha pasado entre nosotros, i si Ud. trata de reducirlo a problema, prescinda por un momento de la majistratura, i jure, como yo lo juro, por Dios Nuestro Señor i esta señal de cruz †, ser cierto cuanto he estampado sobre este nuestro particular. Aun hai mas: despues de haberse declarado Ud. en contra mia, léjos de protejer un asunto en que mediaba nada ménos que el honor de su casa, i a que habia sido provocado por los mejores respetos, he tenido la jenerosidad de aconsejar a la parte se abstenga de deducir en juicio su derecho, de solicitar a Ud. en su casa, instruirlo de las ocurrencias para que obrase en el caso según sus circunstancias. I ¿cuál ha sido la recompensa, señor don ▼Ramon? Darse Ud. por mal servido, vituperar mi conducta i hablar de un modo cual si el doctor ▼Marin se hubiese interesado en su desaire. ¡Oh! i cuán cierto es que en el choque i fermento de las pasiones, anulado el entendimiento, está casi sin ejercicio la razon!
A pesar de lo dicho, Ud. se creerá desde luego un juez imparcial, i acaso el asesor jeneral ha contribuido a fomentar esta idea. En carta oficio dirijida a una muchacha española de esta ciudad, que mantengo i me trajo un tunante para que me divirtiese, despues de escusarse a interceder por ella, hablando de Ud., dice: El no puede variar la resolucion; él ha aprendido lo que yo en iguales casos le he respuesto; i en otra parte: "Yo, pues, que le he enseñado con mi ejemplo esta terquedad, i que tantas veces lo he escarmentado dejándolo feo en sus empeños, ¿cómo me atreveré a proponerle que haga lo contrario? Estoi seguro que me volverá la mano, etc.» Yo no dudo que el asesor diese cuenta a Ud. de todas estas ocurrencias; i pues la imparcialidad de aquél, según opina el Ayuntamiento, está comprobada por la buena direccion que ha prestado al ▼Cabildo por la confirmacion de esas celebrantes actas capitulares i otros varios espedientes, no digo Ud., pero, aun el ménos prevenido reflexionará de este modo; el maestro es inflexible e incorruptible; ¿cuál, pues, debo de ser yo, cuando aquél respeta la probidad de su amado discípulo, en tales términos que no se atreve a interesarse a fin de que se mitigue el rigor de la pena aplicada a una debilidad? Ud. tiene razon, señor alcalde, pero no le vale. Hai cierta venda que impide distinguir las cosas con claridad; por lo tanto i por otros motivos, el asesor, como instruido en la teoría i práctica de las enfermedades endémicas del lugar, solia decir un mes ántes de conducirlo preso a Santiago: que en Coquimbo habia lindos pajarracos.
Pero, convirtiéndome a nuestro propósito, es preciso decir a Ud., que en medio de esa imparcialidad me ha tirado a partir en todos tiempos el alma; i que, aun cuando Ud. fuese capaz de pesar mis derechos en una fiel i equívoca balanza, la desearía, al ménos exijia, se abtuviese de mezclarse con ellos. Yo creo que he sondeado algo mi corazon; i lo cierto es que, cuando gobernaba en Coquimbo la junta gubernativa, me abstuve de dictaminar en lo secreto en el espediente seguido por don Domingo Naranjo contra don ▼Gregorio Cordovez, de resulta de cierto arresto; i esto sin otro mérito que el tener amistad en la casa i el haber cortado don Gregorio la buena armonía que guardaba con la mia. El presidente de la junta, que lo era don Felipe Mercado, se exaltó varias veces i aun se esplicó en términos que, en caso de no abrir dictámen, haria renuncia de la presidencia. Yo me mantuve siempre inflexible. Todo esto no podrá negarlo don Gregorio; lo saben los vocales de la junta i lo entendió el vecindario.
Yo he tenido la satisfacción de defender en ésta a un sujeto en el momento mismo que tuvo la jenerosidad de creer seria Marin capaz de olvidar una ofensa. Yo he hecho en Coquimbo servicios a personas íntimamente ligadas a los complotados. Siendo vocal de la junta, arrebaté de las manos de los tiranos a una persona que habia procurado ofenderme un mes ántes, i todo esto se practicó en el dia mismo de la revolucion, la mañana en que amanecieron presos el virtuoso Mackenna i otros varios ciudadanos en tiempo que las bayonetas mandaban, que los vocales mismos de la junta eran amenazados de muerte si no accedían a sus solicitudes; cuando para lanzar, digámoslo así, un suspiro sobre la suerte de la patria, era necesario cerrar las puertas i ventanas de las habitaciones; no obstante, como nada es tan difícil que el conocerse, por un sentimiento de delicadeza, he revelado varias veces