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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XIII (1826-1827).djvu/41

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SESION DE 7 DE SETIEMBRE DE 1826

por haberse terminado la guerra; es justo; i persuadidos que V. E. jamas ha dejado de serlo, todos esperan i cuentan sobre su protección.

Aseguro a V. E. que conozco bien el espíritu de la oficialidad de mi cuerpo; están todos resueltos en no prestar mas servicios miéntras no se determine si debe existir una fuerza permanente i que ésta tenga otra administración que no los reduzca en el estado de abatimiento en que se hallan. Por mi parte, protesto a V. E. que jamas volveré a servirme de la persuacion; como ellos, he perdido toda esperanza, i seguiré como todos la suerte que está reservada a los defensores de la Patria.

Estos son mis sentimientos i el informe que me inspiran. —Beauchef.


Núm. 58

Excmo. Señor:

¿Será en nosotros un crimen lo que en el último ciudadano es un deber? ¿Habrá de mirarse mal que pidamos el pan cuando perecemos de hambre? Esto es lo que vamos a practicar en el método prevenido por Ordenanza.

Innumerables veces hemos hecho presente a nuestros jefes, i ellos han debido representar al Gobierno que nuestras miserias tocan ya el último grado. El sueldo, el triste sueldo que se nos asigna, hace nuestra única propiedad, i de esa se nos despoja con tanta frecuencia que acaso no habrá un oficial en la República que pueda lisonjearse de que alguna vez se le cubra con puntualidad. El soldado presta a la Patria el servicio a que se obligó; llena, por su parte, el deber que ella le impone; cumple con exactitud ese contrato recíprocamente obligatorio. ¿I cómo lo desempeña, por su parte, la República? ¡Ah! Estremece la idea de entrar en un análisis tan melancólico. El hambre, la desnudez, la miseria, han sido, señor, el galardón que regularmente se retribuye al soldado en premio de sus fatigas, en remuneración de haber acompañado al torrente de su voz por la independencia i libertad, el fuerte empuje de su brazo para acallar los ecos del enemigo que gritaban i sostenían el suyo, el sistema de esclavitud i de opresion. Ya no nos es posible la indiferencia al clamor justo de la tropa, i la continuación de un silencio tan ominoso, léjos de sernos favorable, nos constituiría necesariamente criminales, no solo a los ojos de ella, sino también a los del resto de nuestros conciudadanos.

Al representar a V. E. nuestras miserias no parece de necesidad recordar nuestros servicios a la libertad jeneral de América, ni los que con particularidad i distinción hemos prestado al país. Nosotros, con el precio de nuestra sangre, hemos comprado su independencia; ella está sellada irrevocablemente. Nosotros, a costa de nuestra vida, hemos proclamado i sostenido su libertad; los pueblos gozan de este dón inestimable. Los vemos con tanta frecuencia como satisfacción nuestra ejercer esos actos de soberanía, cuyo completo goce nos lisonjeamos de haberles procurado a costa de nuestra existencia. Un interior orgullo nos domina cuando miramos un Congreso Soberano por la libre elección de los pueblos; i allá una voz oculta nos dice: "Esa es la obra de vuestras manos, ese el efecto de vuestros sacrificios, este el fruto de la sangre con que regasteis el campo del honor". Bendecimos muchas veces esas terribles fatigas, ese sufrimiento i continuas privaciones; pero como éstas se prolongan mas allá de lo que podíamos prometernos; como, despues de afianzada la libertad e integridad del territorio, no solo siguen, sino que toman un aumento progresivo; como éste no es ya soportable, porque si se hace llevadera la escasez, no lo es ni puede serlo el hambre devoradora, la desnudez vergonzosa, la absoluta carencia, en fin, de todo lo preciso para la vida, nos vemos en la dolorosa necesidad de representar nuestra situación, cuyo derecho, suprimido hasta aquí con violencia, no puede ser negado a los defensores de la Patria cuando no lo es a ninguna clase de la sociedad.

Somos acreedores de considerables sumas, i no vemos la manera de ser cubiertos. Mil veces se nos han prodigado esperanzas, i otras tantas hemos tenido el sentimiento de verlas frustradas; ya no hai quién confie en ellas. Hoi no tiene nuestro cuerpo qué comer, i los que a su nombre representamos, nos vemos continuamente en el mismo caso; los auxilios de la amistad han sido nuestro sosten por mucho tiempo, i este triste recurso se agota a medida que las obligaciones anteriores no se cumplen. La desnudez del soldado nos avergüenza, i su vestuario no se completa porque no se paga al contratista lo suministrado. No hai correaje, i aun el mismo armamento padece notabilísimas faltas. No hai la provision necesaria en los hospitales, i los defensores de la Patria jimen el desconsuelo de que sus dolencias no han de tener aun los socorros que la piedad tributa a la humanidad aflijida. Nada hai, Excmo. Señor, nada, sino hambre, miseria i desesperación. Este no es un exajerado cuadro de nuestra situación: es la espresion sincera de la verdad, í aun huimos de sombrearlo con los colores que podrian constituirle en el grado de exasperante. Lo espuesto es de sobra, cuando a mas lo corrobora la notoriedad, i nos seria satisfactorio que una inspección patentizase aun lo que omitimos. Solicitamos pues, el remedio de tantos males, i éste seguramente pende de las superiores manos de V. E. Sabe el Gobierno que jamas se nos cubre nuestro sueldo mensual, i es mui grande casualidad que se nos dé algún mes una media paga. No hai un solo ciudadano, cuya propiedad sea atacada con tanta frecuencia i en su totalidad, como lo esperimentan los militares, a quienes