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44 CONGRESO NACIONAL

pedido el remate de las vacas i en que pide auxilio para el equipo de la caballería, con el parecer de la Comision de Hacienda. Igualmente otro con que acompaña varias representaciones de los cuerpos militares, pidiendo sus ajustes i reforma.

A continuación se contrajo la Sala en buscar arbitrios como subvenir a las presentes necesidades de la República.

Se discutía esta materia, cuando se recibió una nota del Presidente de la República haciendo su renuncia. Sobre lo que resolvió la Sala que se consideraría oportunamente; i continuando la discusión, el señor don Lorenzo Montt pidió la palabra para hacer la oferta graciosa de dos mil pesos, sin ínteres alguno; por loque el señor Presidente le dió las gracias a nombre del Congreso, por su jenerosidad i patriotismo.

Ultimamente se acordó lo siguiente:

"Artículo primero. Levántese un empréstito de cien mil pesos.

"Art. 2.º Una comision compuesta del Vice-presidente de la República i los señores diputados don Lorenzo Montt i don Javier Errázuriz, lo negociará i pasará al Congreso para su aprobacion.

"Art. 3.º Se autoriza igualmente a dicha comision para que, excitando a los ciudadanos a un donativo voluntario, lo establezca por el término de seis meses, cuya forma de colectarlo e invertirlo pasará igualmente a la aprobación del Congreso con la prontitud, ámbos proyectos, que las necesidades públicas demandan.

"Art. 4.º Comuniqúese al Poder Ejecutivo para su cumplimiento."

Asimismo, sobre las ventas de las vacas de Longotoma, se resolvió: que excediendo, como excede, el precio ofrecido de las dos terceras partes de su tasación, que la lei prescribe para estas enajenaciones, se proceda a ella.

En este estado, se levantó la sesión a las doce de la noche, dejándose para tratar al dia siguiente la renuncia del señor Presidente de la República.

El señor Montt hizo préstamo de los dos mil pesos i no dádiva. —José Miguel Infante, Presidente. —Montt, diputado-secretario.


ANEXOS

Núm. 60

Señor:

Cuando el Soberano Congreso Nacional se dignó honrarme con el cargo de Presidente de la República, me decidí a admitirlo, persuadido de que tal vez mis sentimientos, mis ideas i mi celo por el servicio público, fuesen bastantes a remover los, grandes obstáculos que debia presentar la administración del Estado en situación tan angustiada i penosa, como aquélla en que se hallaba a la época de la terminación del Gobierno del ciudadano don Ramón Freire. Contaba asimismo con que el Congreso, que palpaba lo crítico de las circunstancias i los apuros del Erario, facilitase con una eficaz cooperacion, i en perfecta armonía con el Poder Ejecutivo, todos aquellos recursos indispensables para poder atender a la urjentísimas i diarias necesidades que por todas partes se sienten, i que no han cesado de aflijir al Gobierno desde el momento de su instalación.

Cuál ha sido, desde entonces hasta ahora, el estado de la Hacienda Pública, lo demuestran las reiteiadas jestiones que el Poder Ejecutivo tiene hechas al Congreso. Es, por consiguiente, inoficioso retrasar el triste cuadro que ofrece i que ha espuesto a la contemplación de los Representantes, sin que jamas haya producido el fruto que era de esperar, i que tan imperiosamente demandaban las necesidades públicas, la razón i la sana política.

Compelido, pues, por el deber sagrado que me impone mi cargo, por mi honor i conciencia i queriendo salvar mi responsabilidad ante la Nación, pido al Soberano Congreso se digne admitir la dimisión que solemnemente hago de la Suprema Majistratura que ejerzo, con la protesta de que la causa que me conduce a esta resolución es el abandono que se ha hecho del Ejecutivo, dejándolo a la merced de los ataques de la opinion pública, i fluctuando entre mil escollos, contra los cuales debia necesariamente fracasar.

Otro mas feliz, o que posea la ciencia i el poder de hacer algo de la nada, podrá suceder a quien solo ha tenido la fatal suerte de tropezar con insuperables inconvenientes, ora luchando contra peligrosas innovaciones, ora contra ideas las mas inesplicables i peregrinas, i ora también contra las artes de la intriga i el fervor de pasiones nada elevadas i jenerosas.

Por tanto, espero del Soberano Congreso se sirva declararse en sesión permanente hasta acordar la elección de la persona que haya de subrogarme en el Supremo Mando.

Con este motivo, ofrezco al Soberano Congreso los sentimientos de mi profundo respeto. —Santiago, Setiembre 7 de 1826. —Manuel Blanco Encalada. —Ventura Blanco Encalada. —Al Soberano Congreso Nacional.


Núm. 61

La Comision de Hacienda cree que el asunto sobre que informa es déla mayor trascendencia, pues, si el cabecilla Pincheira hace cualquier irrupción, como se anuncia i parece mui probable, en la provincia de Colchagua, inferirá sin duda alguna mayores daños en la propiedad de aquellos vecinos que cualquier sacrificio que hoi puede exijírsele para evitarlos. El Poder Ejecutivo tocó ántes el arbitrio de solicitar un em-