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104 CONGRESO NACIONAL

prender nuevos gastos! Yo quisiera que se fuera a preguntar a todos los pueblos si quieren gozar de estas ventajas; parece que deberían ser insensatos si las despreciasen. Señor, que estos pueblos son tan infelices; que no pueden mantener tanto número de empleados; pero pregúnteseles, i dirán: "Señor, aun cuando sea con escasez i pobreza, nosotros queremos disponer de nuestros derechos, i aunque contribuyamos algo mas, lo haremos con gusto, si hemos de tener en nuestros mismos territorios todo lo necesario." A mas de eso, aquellos territorios pequeños, si no bastasen aquellas rentas, que le son peculiares para mantener juez de letras i otros empleados, ellos no deben ser abandonados; el Estado les debe ayudar con todos los auxilios que necesitaren para su hienestar i comodidad. Todos los empleados deberán ser pagados, o bien por caja nacional o por las cajas provinciales, comprendiéndose en esto aun la parte que corresponda al cura por su dotacion; de modo que nadie tenga que pagar un casamiento, ni óleos, entierros, etc. La parte de los diezmos que se destina para el socorro de los pobres, si no alcanza para un hospital, bastará al ménos para socorrer algunos enfermos miserables. Que se forme un instituto de educación, para que, a proporcion que se aumente la poblacion de las provincias, aumente también su ilustración. Me parece, pues, que deben ser insensatos los hombres que no quieran gozar de unos derechos tan conformes a aquella lei que está grabada en nuestros corazones, porque Dios nos ha criado libres por nuestro bien i felicidad; i aunque nos reunamos en sociedad, no debemos renunciar aquella parte de estos derechos que nos es necesaria para nuestra propia conservación i seguridad. ¿Qué embarazo puede haber para que se establezca aquella forma de Gobierno que por todas partes no respira mas que libertad? Cualquiera otra objecion, creo que por estos principios será fácil resolver. Pero, aun cuando ahora sufriera muchas dificultades el establecimiento del sistema federal, una obra tan grande, señor, una obra que va a fijar la felicidad de esta rejion no nos debe arredrar, por mas inconvenientes que ofrezca al principio. Daremos un ejemplo de nuestra constancia a todas las naciones, i una lección a esos déspotas que no procuran sino engrandecerse con la sangre de los pueblos, a esos Reyes que se creen felices porque se ven dominando a las naciones, desde un trono rodeado de viles esclavos i adornado con las preciosidades del arte i de la naturaleza.

Ellos se suponen con una autoridad lejítima i un dominio sobre el resto de los hombres. ¿Ha venido acaso a este mundo alguno destinado por Dios para dominar el jénero humano? ¿Hai alguno de esos déspotas con poderes del cielo para oprimir a los hombres? Si Dios, pues, nos ha hecho iguales a todos, ¿por qué queremos sacrificar los pueblos al yugo ominoso de la tiranía? Sean libres i dispongan de las altas facultades que el cielo les ha dado, como sea mas conforme a sus intereses; no los condenemos a vivir en un estado contrario a la voluntad del Altísimo. ¿Cuál es la obligación de los jefes de las naciones? El observar esa lei eterna del Criador, por que no son mas que unos ministros suyos sobre la tierra, i así como Dios no quiere otra cosa que nuestra felicidad, así los lejisladores no han de tener presente otra cosa que la conservación de aquellos derechos que son peculiares e inseparables de los pueblos, llámese esto federación o lo que se quiera. Este es mi dictámen. Me parece que es lo mas conforme al destino que tenemos sobre la tierra i a la lei que el autor de la naturaleza ha grabado en nuestros corazones, es decir, libertad e igualdad. (Palmoteos en la barra.)

El señor Eyzaguirre. —No he querido hablar ántes nada en contra o en favor de la cuestión que hoi nos ocupa; pero me parece que ha llegado el caso de dar mi opinion acerca de ella.

No temo hablar delante de nadie, porqué mi opinion es obra del convencimiento i no conozco mas juez respecto de ella que mi propia conciencia.

Si hubiésemos de considerar la federación por el aspecto en que se nos presenta, seríamos los mas estúpidos si no la admitiésemos. Yo veo Cortes de Apelaciones en todas las provincias, veo instituciones, hospitales i toda clase de establecimientos, de suerte que las Repúblicas mui bien organizadas no habrán tenido lo que tendrán nuestros pueblos con solo decir federación; pero no veo de dónde puedan sacarse fondos para mantener tantas cosas. Si la capital, con todos sus recursos, Santiago que ha tenido cuanto ha querido de todas las provincias, no tiene un hospital que pueda llamarse tal, si el cuerpo militar i civil lo vemos sin pagar i todo lo demás en el mayor abandono, ¿qué resultará del establecimiento de la federación? El desórden, la desorganización i la miseria de todos los pueblos; era necesario buscar una piedra filosofal que nos enseñase a sacar recursos de donde absolutamente se carece de ellos.

El Congreso no debe proceder con lijereza en materia de tanta gravedad, principalmente cuando mui inmediato tiene ejemplos funestos de los males que trae consigo la federación. Yo veo a la República Arjentina humeando en sangre i la paz aun no restablecida entre sus provincias; veo a San Juan bañada en sangre de sus mismos hijos, a efecto solo de un sistema federal; miéntras tanto Norte América, ese pueblo que a cada paso se pone de ejemplo, ese arquetipo, veamos si debe a la federación su actual grandeza. Véase a sus actores; obsérvese lo que Washington les dice al despedirse. Véase a Natániel Chenman, que dice que si este gobierno, a pesar de estar en el apojeo de su grandeza, se hubiera rejido bajo el sistema unitario, habría llegado mas pronto a él.