▼pueblo, que habia sido alterada por el ▼motín de la noche del 24 del pasado, es de mi deber darle cuenta de las medidas que adopté para desempeñar mi comision.
Despues de haber aceptado, aunque con repugnancia, el cargo de ▼Presidente, con que el ▼Congreso se dignó investirme, mi primer paso, siguiendo la indicacion que se me hizo por el Congreso mismo, fué el de emplear la persuasion para hacer que los amotinados, convencidos de los males que iban a causar a la Patria, depusiesen las armas, entrasen en órden i descansasen tranquilos en que sus excesos serian sepultados en un eterno olvido. Al electo, luchando contra el desfallecimiento a que me había reducido una fiebre violenta de que estaba atacado entónces, me dirijí al cuartel de artillería, en donde estos se habian atrincherado, para tener una entrevista con su caudillo.
Las avanzadas me impidieron el paso, i no me permitieron introducirme hasta aquel punto, por lo que me fué preciso hacerle llamar en los términos mas corteses que podia esperar en aquellas circunstancias, indicándole al mismo tiempo el deseo que me animaba, de que terminase el movimiento por medio de una conciliacion; i para inspirarle alguna confiancia en mis promesas, le remití con uno de sus confidentes el decreto de mi nombramiento. Se negó obstinadamente, no solo a admitir mi invitacion, sino también a comparecer al sitio en que le esperaba, i me envió tino de sus allegados, a quien manifesté el objeto que me dirijia.
Sufrí el sentimiento de ver frustradas las esperanzas con que me habia lisonjeado, porque este emisario no solamente se resistió a escuchar mis proposiciones, sino tambien que, prevalido de la superioridad momentánea que le deba su posicion, manifestó el mayor desprecio por las garantías que se le ofrecían a nombre de la ▼Representacion Nacional; se burló de la autorizacion que el Congreso me habia conferido, i en medio del frenesí que causa regularmente en los rebeldes el triunfo de la primera empresa, olvidándose hasta de la decencia que le imponían las divisas con que se habia adornado, empezó a convertir su lenguaje en insultos i vilipendios contra mi persona. Por esto desistí de mi tentativa i me retiré profundamente convencido de que las vías conciliatorias no eran capaces de surtir el resultado por que anhelaba. Obcecados los sediciosos con el éxito de sus primeros pasos, contaban, sin duda, con un triunfo completo, i era preciso acudir a la fuerza para reducirlos. Yo sentia el dolor de tener que esgrimir mi espada contra mis propios compatriotas, contra los mismos compañeros en los triunfos de la Patria, i contra esos soldados con quienes habia terminado gloriosamente la guerra de la libertad; pero tuve que decidirme por la adopcion de este último recurso para con tener el progreso contajioso de los males que iban a sobrevenir.
La ▼rebelion se habia manifestado en el aspecto mas deforme. Las tropas de la guarnicion habian despedazado los vínculos de obediencia, i mediante la sujestion de los amotinadores, se pusieron a sus órdenes. Los derechos del ciudadano habian sido atacados violentamente a presencia de todas las autoridades. El primer Majistrado de la República fué arrojado de la silla i colocado en su lugar, tumultuariamente, el jefe de los desórdenes, despues de haber apresado a sus Ministros i otros empleados. Los Representantes de la Nación fueron acometidos con armas dentro de su misma Sala. El pueblo se hallaba enlutado con la consternacion i en una especie de letargo, orijinado del pavor que infundía la prevision de posteriores desastres. Todo anunciaba una dislocacion espantosa, i las armas que pudieran haberla detenido, se hallaban en poder de los sublevados.
En este conflicto, dispuse se reuniesen algunos ciudadanos para patrullar la ciudad, i habiéndose juntado como cuatrocientos de los mas respetables, se distribuyeron en rondas por todas partes hasta el amanecer del 26, en que salieron los amotinados del cuartel i se situaron en la plaza, por cuyo motivo se retiraron a la Cañadilla, junto con los serenos, dejando una avanzada a las inmediaciones del puente, la que poco despues fué cargada por una partida de los rebeldes que hizo fuego sobre ella. Esta circunstancia descubrió, a toda luz, que las miras de estos facciosos eran conseguir sus infames pretensiones, aun a costa de la sangre de los ciudadanos pacíficos; i como no contaba en esta capital con ningunos elementos de guerra para correjirlos, resolví marcharme a la ciudad de San Felipe a preparar los que pudiese. Partí el mismo dia acompañado de un considerable número de vecinos, habiendo espedido órdenes en Colina para que se reuniesen las milicias de los contornos, i despachado comisionados a Quillota, Rancagua, Melipilla i otros puntos para que se hiciera lo mismo.
El vecindario de San Felipe, a quien los rebeldes se figuraban como el protector i apoyo de sus maquinaciones, inmediatamente que se informó del atentado que habian cometido, i que tomaban su nombre para dar peso a sus desaciertos, se manifestó mui deseoso de cooperar a restablecer el órden.
Aquella Asamblea reconoció i acató mi nombramiento; i con toda presteza circuló mis órdenes para el acuartelamiento de milicias i para las demas medidas que dispuse.
Valparaíso obedeció inmediatamente la órden de remitir la tropa, armas, municiones i todos los pertrechos.
Los demas pueblos se ajitaban por concurrir tambien a la espedicion que preparaba sobre Santiago, i en todos se observó una firme resolucion de rechazar, a costa de todos sacrificios, los proyectos de los amotinados.
En esta ocasion he acabado de convencerme