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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XVI (1828).djvu/600

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CONGRESO NACIONAL

desórden; brindo en fin por todos aquellos pueblos donde lucha el jénio de la civilización con la barbárie i el fanatismo; derrocadas sean estas furias, i al esplendor de la relijion reconozca el hombre la dignidad de su ser, i la razón ocupe el sólio.

El señor Valdes. -Al valor i constancia jenerosa con que S. E . desvaneció los obstáculos que se levantaron al tiempo de constituirnos. Su heroísmo hizo desaparecer los peligros: i obsequiando un indulto a los perturbadores de la tranquilidad pública, cuando se hallaron reducidos a la imposibilidad de ofender, su clemencia ganó sobre los corazones el triunfo que su enerjía incontrastable habia obtenido contra centenares de bayonetas aguzadas en su daño i el del pueblo. Brindo porque la gratitud de éste corresponda dignamente a tantas virtudes, i por que el que las posee no nos abandone hasta ponernos en el término de la gloriosa pero ignorada senda que él mismo ha descubierto.

El señor Araos. —El árbol de la libertad, que parece haber perdido sus hojas i aniquiládose en otras secciones de América, solo en Chile produce ya los grandes frutos de la concordia civil, de la Constitución, de las importantes reformas i de establecimientos científicos. Brindo porque en todas aquellas haya un Pinto que como el nuestro sepa cultivarle.

El señor Rector del Instituto Nacional. —Que nuestro Código Fundamental se trasmita sin alteracion alguna a las jeneraciones mas remotas i que ellas, cantando las glorias de sus abuelos, digan que, si nuestro tiempo tuvo nuevos Caupolicanes que con su esfuerzo dieron la libertad a la patria, no careció de Colocolos, que con su prudencia la establecieron sobre las bases indestructibles de la justicia i la igualdad.

El señor Ramos. —A la paz i unión del Continente americano. Las Repúblicas, nuestras vecinas i hermanas, esperimentan los estragos de la cruel discordia. Cuales entregadas a los horrores de una guerra fratricida; cuales destrozándose a si mismas, ninguna recoje todavía los frutos con que las convida el total esterminio del tirano común. Cada hijo de esta tierra afortunada, contemplando su venturosa situación, llora los males de aquellas i hace votos ardientes porque llegue el instante en que una cordial i estrecha amistad recobre entre ellas el lugar que le usurpan enemistades impropias de los que arrastraron unas mismas cadenas i defendieron una propia causa. Llegue, pues, i los chilenos gustemos el inefable placer de partir con todo sud-americano las ventajas que hemos alcanzado del amor a la tranquilidad, i de un respeto sagrado a los inviolables derechos del jénero humano.

S. E ., puesto de pié todo el concurso, dió fin a los brindis con el siguiente: Por la sincera amistad de todos los chilenos.