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CONGRESO CONSTITUYENTE

sentir diariamente, pero sin contar con lo que resta por hacer, i olvidando la bien sabida máxima que lo que no adelanta retrocede, nosotros miramos ya difícil la conservacion. Somos cuarenta relijiosos los que moramos en esta recoleccion i Apoquindo. Doscientos pesos, por lo menos, para el sustento de cada uno suman ocho mil. ¿Alcanzaria el Estado con el producto de nuestros fundos a darnos anualmente esta cantidad aumentada en razon de relijiosos que de nuevo entren i de los demas gastos imprescindibles a la comunidad? Estamos seguros que el Erario perdería. Agréguese a ésto, que estando aun pendiente el pleito de Apoquindo, nuestra subsistencia quedaria espuesta a mil vicisitudes i vendrian a disolver esta comunidad, i aun cuando la decision fuese en un todo favorable, estando destinados los productos de aquel fundo despues de satisfechas las muchas obligaciones que lograban para la mantencion en los relijiosos de estudiantes, que segun nuestras leyes deben separarse de esta casa principal para mejor conservacion de la observancia, para cuyos destinos apenas alcanzan dichos productos, vendria quedar este convento indotado i sin contar con ninguna entrada para su limosna, i ésto especialmente sucedería si se vendiese Peldegiie.

La asignacion que hasta ahora se ha exijido por el sacerdote, el prelado, corista i lego, es desigual. Mas, en nuestra comunidad, como que es de estrecha observancia i vida comun, gasta lo mismo el lego que el sacerdote i el prelado, todo es de todos, ninguno toma mas que otro sino segun sus necesidades i conforme a la regla; nuestro hábito es una tosca bayeta que nos es mui apreciable, la cuidamos i surcimos, pero se nos da de comun siempre que nos falta sin limitacion de tiempo; esta cuota no podria ser reducida a solo los doscientos pesos por cada uno, porque debería variar segun los lugares donde moremos, segun la alta que progresivamente van tomando los comestibles, i segun las demas urjencias que están comprendidas entre los alimentos.

Debe tambien crecer la asignacion con respecto a las enfermedades de los relijiosos, en que es preciso comprender la de los huéspedes i pretendientes de hábitos, a quienes, por decencia o gratitud nc se puede negar esos oficios de caridad, ellos todavía son mas debidos a las familias de los mismos relijiosos como retribucion de lo que nuestros padres, hermanos i parientes han gastado en nuestra educacion primera en estudios i otras asistencias que nos prestan aun despues de profesor i sacerdote.

No es de ménos consideracion el gasto de libros para estudiar las ciencias peculiares a nuestro ministerio, cuyo beneficio refluye en el público, i por eso es tan recomendable en los cánones, en el tridentino i la eleccion 14, título 3.º, libro 1.º de la recopilacion de Castilla.

Todas estas consideraciones forman una evidencia de hecho, que aun estendiendo la cuota a doscientos pesos por cada individuo e incluyendo los novicios a quienes nada se les ha asignado hasta ahora, todavía quedamos con un déficit que nos haria dejar el claustro, i acabaria con esta primera comunidad reformada. El fin principal de esta fundacion ha sido la propagacion i estension de conventos observantes por todo el Estado i este bien tan grande para la sociedad i esplendor de la relijion se frustra dejándonos privados del libre uso de nuestros bienes. En todo el Estado nos desean las jentes piadosas i cristianas i aun han ofrecido dejar bienes para tales fundaciones, mas ahora que nos ven despojados de nuestras temporalidades nadie quiere contribuir a tales establecimientos.

Debemos, pues, esperar, que por conveniencia del Estado, que de otro modo quedaria gravado con la asignacion i nosotros indotados i espuestos a que faltase, que se nos deje el libre uso de nuestras propiedades rústicas i urbanas, unas i otras son provechosas al público en nuestro poder, tanto por que así se cultivan i conservan mejor, cuanto porque una parte de sus productos bajo nuestra economía i direccion se reparten a los pobres que diariamente reciben de nosotros el sustento. Estas limosnas que demanda la caridad, conciban el amor i docilidad necesaria para que se reciban con gusto las exortaciones cristianas. Ellas tambien pueden compararse a un impuesto que pagaremos, pues que alimentando a los pobres descargamos de esa obligacion que ningun Gobierno desconoce. La Inglaterra gasta anualmente muchos millones en el sustento de pobres desde que cesaron de darlo las comunidades relijiosas, que estinguió Enrique VIII.

Escusamos reflexionar sobre lo precario que quedaria el culto en nuestros conventos, si habia de depender de asignaciones que muchas veces no se alcanzarian a dar o no se recibirian oportunamente; escusamos tambien recordar la proteccion que las leyes i los cánones concedieron a los bienes eclesiásticos haciéndolos enajenables. Asi es que cuando los soberanos en sus apuros han querido auxiliarse con ellos, han ocurrido a la silla apostólica, que jamás los ha concedido en el todo sino en una tercera parte de sus productos, salva siempre la congrua subsistencia i haciéndose todo por medio de prelados eclesiásticos.

No es el interés o algun motivo personal el que nos mueve a pedir se nos deje en libre uso nuestros bienes; nosotros estamos íntimamente persuadidos, en fuerza de lo espuesto, que de otro modo caduca infaliblemente la vida comun, i de consiguiente la observancia de este establecimiento único en Chile i aun en la América donde se conserva, despues de setenta i un año de fundacion, en toda su perfeccion i pureza el primitivo espíritu de los institutos regulares. Permítasenos conservar este método de vida fundado en la mas estricta observancia que hemos abrazado