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CÁMARA DE DIPUTADOS

a que depusiese su rancio orgullo castellano, autorizando a su principal Ministro, el Duque de Lerma, para que directamente anunciase al magnánimo Mauricio, que se hallaba dispuesto a ajustar con la República una paz, reconociéndola independiente, como lo verificó diputando al efecto al franciscano Frai Juan de Neyen de Bruselas, que propuso se entablase la negociacion.

Se entabló, pero la paz no pudo ajustarse, porque los holandeses pedían mucho mas de lo que justamente podía concederse. Los Plenipotenciarios de los belijerantes firmaron en Amberes en 1609, mediante Inglaterra i Francia, una tregua i preliminar de paz por doce años, a cuyo vencimiento se encendió de nuevo la guerra, que duró hasta 1648, concluyéndose por un tratado de paz i comercio, que los cronistas españoles de Felipe IV llaman mui vergonzoso para la monarquía española, como lo fué efectivamente; porque en él, no tan solo obtuvo la República el reconocimiento de Independencia, sino tambien concesiones comerciales en los dominios del Rei católico, que la hicieron algunos años despues, unos de los primeros poderes marítimos de Europa.

Tampoco es histórico que los Reyes de Portugal Juan IV i Alfonso VI, su sucesor, hiciesen las primeras proposiciones de paz a Felipe IV i Cárlos II; i sí lo es que este último Monarca la propusiese a Alfonso VI directamente, por medio de don Gaspar de Haro, su Plenipotenciario, que la firmó en Lisboa en 1668, mediando el Rei de la Gran Bretaña.

El Marqués de Rockingham no creyó obrar en mengua de su Gobierno, ni de su patria, comunicando directamente al Gobierno de la Union Norte Americana, que había dado plenos poderes a Mr. Greewille, para que en Paris se ajustase, como se ajustó, la paz entre la República i la Gran Bretaña.

Todos saben que, en la lucha desesperada de la Grecia con la Puerta, los mediadores hicieron la paz; porque de lo contrario habría sido mui difícil avenir belijerantes de su especie.

Los precedentes de que hacemos mérito, principalmente los de la Holanda i Portugal, no arguyen de que la España esté acostumbrada a no ser la primera en proponer en forma se haga una paz, cuyo ajuste penda de ella sola, aunque Martínez de la Rosa, Toreno i Gareli, órganos oficiales del Gobierno de Madrid, reputen indecoroso, acto de mendicidad, como lo han dicho en las Cortes, imitar a sus predecesores; i sí arguyen de que por obstinacion está acostumbrada a hacer paces vergonzosas, por no haberlas hecho en tiempo oportuno, cediendo lo que tarde o temprano debía ceder.

Puede citarse otro precedente de la misma España i mui del caso. En 1822 envió Plenipotenciarios a algunas de las nuevas Repúblicas, para proponerles la paz titulada Confederacion Hispano-Americana, en cuyo convenio se decía a la vez, "se reconoce la Independencias"; i quedan las partes contratantes, poco menos, bajo el mismo pié que ántes de 18I0.

El plan de conciliacion concebido i propuesto entonces por Martínez de la Rosa, Alcalá, Galiana, Arguelles, Flores, Estrada i otros, consistía en dejar a las nuevas Repúblicas el Gobierno municipal i a España el comun i político—en dar a la monarquía española una nueva forma, comprendiendo en ella sus antiguas colonias.

Un tratado de paz i de comercio, en el que nuestra República haga a España "concesion de ventajas comerciales en cambio de otras equivalentes" importaría poco mas o ménos el plan de conciliacion de Martínez de la Rosa de 1822. Entonces se propuso a los americanos con mal éxito, i lo que ahora intenta el Gobierno de Madrid, dirijido por los mismos de entonces, es que los americanos se lo propongamos para asegurar su consecucion.

De este modo la España está pronta a avenirse con sus antiguas colonias, pero creemos, que las nuevas Repúblicas distan mucho de querer dar a su gloriosa i costosa rejeneracion política un curso tan ridículo.


Núm. 118[1]

El Filopolita ridiculiza el proyecto de la mision a España como una de aquellas ideas absurdas i frivolas que solo merecen ocupar la atencion de los niños. Las razones en que se funda, despues de cernidas i separadas de las amplificaciones retóricas i de todo lo que para el raciocinio es pura paja, aunque para divertir i deslumbrar no lo sea, se reducen a una sola: "somos independientes de hecho: el reconocimiento de la España no nos da título alguno de lejitimacion que haga mas tranquilo i seguro el goce de nuestra Independencia."

¿Pero es cierto que este reconocimiento no produciría ningunos efectos reales? ¿Sería sin él recibida nuestra bandera en todos los puertos de Europa? ¿Podemos tratar con cualquiera de las otras Naciones sin embarazo? ¿Tenemos espeditas nuestras comunicaciones aun con la Santa Sede? Es verdad que las Naciones de que mas podemos necesitar o que pueden tener mas influjo en nuestros negocios nos han reconocido. ¡Pero qué reconocimiento! ¡qué tratados los que han ajustado con algunas de ellas los americanos! A nosotros no nos parece cierto que ocupemos en la jerarquía política, como dice El Filopolita, un lugar semejante al de los demas pueblos de la tierra que se llaman Naciones. Los Estados Unidos de América son acaso la única potencia que nos ha reconocido verdadera i cordialmente, i sin embargo aun los Estados Unidos de América se ven en la necesidad de reconocer, osten

  1. Este artículo ha sido trascrito de El Araucano, números 257 i 258 de 7 i de 14 de Agosto de 1835. —(Nota del Recopilador.)