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SESION DE 20 DE DICIEMBRE DE 1837

nos falta; habrémos, sin embargo, llenadolas obligaciones de chilenos, poniendo los esfuerzos de que seamos capaces i provocando la pluma brillante de los hombres ilustrados i de esperiencia. Los temores i consideraciones que pudieran retraerlos, ofenden la administracion i mancillan su amor propio i valor republicano. Bastante i aun demasiado tiempo se ha prolongado esta apatía e indiferencia, que hace a los chilenos estranjeros de su propio pais, alejándolos del freno cuyas riendas, si conduce un gobierno por mas de confianza que sea, pide siempre su inmediata i contínua vijilancia. No de otro modo hai patria ni se conserva una república. Resucitemos ya i despertando el espíritu demos algo a los intereses de nuestra Patria cuidándanos ménos de los privados.


La guerra fué declarada por causas que, si bien se reflexiona, se encierran en una sola: la invasion de Freire. Las demas consisten, segun nuestro modo de entender, en recelos de ambicionar Santa Cruz a la dominacion de este pais i creemos que tomadas todas éstas aisladamente sin la otra no presentan un justo i verdadero motivo de guerra i sí solo de precauciones, que una sagaz diplomacia puede llenar en todos sus puntos. Una aspiracion de esa naturaleza nunca podría pesar sobre Chile sin que todos los Estados de América se vean comprometidos a su defensa, i si Santa Cruz conserva su juicio, es imposible la haya concebido.


¿Donde están esos millares de soldados que pueden servir al plan de conquistarnos?


¿Es tan fácil conquistar a los chilenos?


En efecto, el suelo de Chile i no los chilenos son conquistables; i acá en lo íntimo del aliña se siente cierta humillacion en conceder a Santa Cruz esa posibilidad.


Ademas, si su intervencion en el hecho de Freire, cualquiera que ella fuese, pudo inspirar estos presentimientos, ¿no serían poderosos i suficientísimos para destruirlos una positiva i solemne confesion de no pertenecerle en ningun modo, ni haber tenido parte? Mal puede conciliarse un plan de dominacion, con el abatimiento que muestra siempre toda satisfaccion aunque no sea mas que en las apariencias,i cuando pudo i no quiso correr la suerte de las armas que con mas probabilidades de victoriase le presentaba en los campos de Arequipa, con ventajas miles que todo el valor i denuedo de nuestros bravos chilenos no habrían podido destruir. Por otra parte, ¿qué modo de discurrir nos hace preferir llevar la guerra a naciones estrañas, prefiriendo los azares i males del dia, a otros que solo pueden contarse en el vasto campo de probabilidades mui jemotas? ¿Es recibido en las reglas de política obrar por meras presunciones i esponer así una cierta parte de nuestros valientes? Los refujiados peruanos en quienes todo era ganancia poco podía importarles nuestros riesgos i se cuidarían mui poco quizás de correr los azares de la guerra aun con ménos probabilidades de victoria. Empero, no es el caso difundirnos en observaciones, sobre un punto que lo tocamos de paso, i que abunda en convencimientos de toda clase contra un decreto de guerra, que la propusiera como su única base.


Al hablar de la connivencia de Santa Cruz i lugar que tomase en el acontecimiento de Freire, no pretendemos juzgar la cuestion de hecho a su respecto, queremos únicamente mostrar, no fué un capítulo bastante a declarar la guerra. El hecho se negó por aquél a quien le inculpaba, i a mas de haber una satisfaccion en la negativa, hubieron mil otras esplicaciones i sucesos capaces, segun nuestro entender, de dejar vindicada la nacion i a salvo de una guerra. Ciertamente, no creemos que el único medio de satisfaccion era obligar al agraviante a bajar del lugar a que lo habían elevado las circunstancias, exijiendo que el Perú i Bolivia volviesen al estado en que se encontraban ántes de formar la Confederacion. La justicia i los límites que la razon reconoce en las demandas de una nacion reprueba tanto avance. Se ha increpado a Santa Cruz por su intervencion en la guerra cruel i destructora que sufrió el Perú, en la época desgraciada en que él se presentó¡ ¡i se pone en nada la que se toma Chile, fijando cierto órden político a Estados independientes a quienes solo compete el constituirse bajo el sistema que les convenga! Desengañémonos; esto no es justo i parecería que el capricho, miras de otra naturaleza o al ménos resentimientos i venganzas, son los que presiden a determinaciones de tanto peso. Mil medios de conciliacion ha presentado el Jefe del Perú, tales fueron los que proponía el señor Olañeta, i tales muchos otros que no es posible enumerar en un escrito que se prolonga ya demasiado; ellos habrían dejado el honor de Chile a salvo. Toquemos ahora acontecimientos posteriores a esa inmatura i, a nuestro modo de ver, impolítica declaracion de guerra.


En consecuencia de ella, zarpó, en fin, de Valparaiso una espedicion cuyos resultados solo debían estar afianzados en la cooperacion de los pueblos del Perú, i aun del ejército mismo de Santa Cruz. De otro modo, resultaría que el Gobierno, cuidándose poco de la vida de 3,000 chilenos, los entregaba a fuerzas cuádruples satisfaciendo talvez miras profundas de gabinete; pero, en realidad, destruyendo el pais i arriesgando su honor e intereses. Los datos que se tuviesen a ese respecto debieron ser mui seguros i positivos sin que bastasen probabilidades ni cálculos de Estado. Un Gobierno viola sus mas sagrados deberes, esponiendo un ejército en tierras enemigas i remotas sin estar casi cierto que baste a la empresa.


No sabemos si son de esta naturaleza las razones que nuestro Gobierno pueda presentar en apoyo de su decision a espedicionar, solo si es patente que los resultados no lo comprueban