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CÁMARA DE SENADORES

hombres industriosos que aumentarán considerablemente estas dos fuentes inagotables de la riqueza, sin esperímentar menoscabo alguno en la que ya posee.

Las Naciones que no tengan comercio directo con la España para comprar sus productos a precios equitativos, habrían de ocurrir a los lugares donde un tráfico libre haya establecido el depósito jeneral de esas mercaderías; i como para efectuar el cambio deben hacer iguales provisiones de sus propios frutos, entonces gozarán los que hayan podido concentrar este inmenso jiro, del beneficio de adquirir mas barato cuanto ofrecen los compradores i vendedores de las diversas Naciones, de hallarse siempre provistos i de poseer toda clase de jéneros para variar los consumos en proporcion de las necesidades i de los medios con que cada uno cuente para satisfacerlas.

No creemos necesario mencionar otras muchas ventajas de no menos interés que deben resultar de la libertad de este comercio; i aunque no faltarán algunos que las juzguen quiméricas o exajeradas, nos persuadimos que los que tengan ojos para ver lo que sucede respecto del comercio que tenemos con los demás Estados, convendrán en la exactitud de nuestras reflexiones.

Para refutar este proyecto, se ha pretendido ridiculizar el comercio de la España haciéndolo consistir en la oferta de cartillas i catones; pero, al mismo tiempo i con el objeto de alarmar la opinion, se nos amenaza con las escuadras i espediciones que aprestará la Península enriquecida con las inmensas utilidades que debe proporcionarle este jiro. Sin detenernos a comentar la singular contradiccion en que incurren los que así raciocinan, advertiremos solo que los azogues, fierros, lanas, sedas i otros muchos productos de aquella Nacion, son de un consumo necesario para la América, i superiores por su calidad a todos los otros de igual naturaleza que se ofrecen a la circulacion; pero las ganancias del comercio ni son tan rápidas que al momento de abrirse los puertos puedan costearse ejércitos invasores, ni la España puede obtener las mismas ventajas que deben resultar a Chile, porque como dijimos antes, aquí deben establecerse muchos españoles que privarán a su país de la industria i capitales que les pertenecen, sin que pueda suceder lo mismo respecto de Chile; de manera que aquella Nacion se debilitará para darnos fuerzas, i se hallará cada vez mas incapaz de acometernos.

Pero, supongamos por un momento que no hubiese en Chile emigracion de españoles; supongamos tambien, aunque es imposible, que las ventajas del comercio en la forma indicada fuesen iguales, ¿no es verdad que aun en este caso se conservaría la misma diferencia de poder que existe entre ambas Naciones? ¿I cuál sería entonces la causa para imajinar nuevos i estraordinarios peligros? Si hemos de hablar con franqueza, los que así opinan no pueden estar convencidos de lo que sostienen, i a falta de razones alegan pretestos tan pueriles como degradantes. Se habla de las pasiones para que reemplacen la razon; se provocan antiguos odios, recordando las escenas mas dolorosas i las crueldades mas atroces de los que fueron en otro tiempo nuestros opresores. Pero ¿qué ya estamos dominados? ¿Nos amenaza la cuchilla enemiga? ¿Perdimos nuestra Independencia, nuestro poder i valor? ¡Ah! Los que se espresan en estos términos quieren arrebatarnos la gloria de ser magnánimos, ya que no pueden despojarnos de la de vencedores.

Se dice tambien que, concediendo desde ahora el comercio a los españoles, no tendremos qué ofrecerles para obtener la paz, i que entonces será necesario convenir en la erogacion de sumas cuantiosas a título de subsidios. Permítasenos reproducir la enérjica contestacion que oimos dar al señor Ministro de Hacienda en el Senado para rebatir este argumento. ¿Con que ya está resuelto que debemos comprar nuestra Independencia? Si después de haberla adquirido con la espada er. los campos de batalla, destruyendo a las huestes invasoras, espontáneamente nos ofrecemos a pagar su precio a un enemigo vencido i débil ¿no es esto confesar la injusticia de nuestra causa? ¿No es esto revelar al mundo que reconocemos todavía en nosotros la obligacion del vasallaje i en la España el derecho de dominio? Quien ofrece una indemnizacion que nadie le pide, declara que su conciencia le arguye que debe darla; i el mas celoso defensor de los intereses de nuestros enemigos, proponiéndose cubrirnos de oprobio, no podría desear una confesion mas ignominiosa para Chile. Pero, ni el Gobierno ni la Nacion opinan de este modo; antes creen que si llegara a tratarse de indemnizaciones, la España era quien debía darlas porque de nuestra parte estaba la justicia; porque ella fué la agresora i porque el triunfo nos confirió finalmente el derecho de reclamarlas. En la ceguedad que caracteriza al espíritu de partido, todo esto se desconoce, i haciendo para eludir la fuerza de las razones que militan a favor del proyecto una distincion injeniosa entre los españoles i la España, se quiere tratar a los primeros con severidad i a la última con respeto, mientras el Gobierno, siguiendo diversos principios, se interesa en que a los españoles como hombres se les trate humanamente, i a la España como Nacion con la enerjía i firmeza que corresponde al decoro de una Potencia que ha vencido. Véase ahora de parte de quien está el verdadero patriotismo i quien ultraja o sostiene el honor nacional.

Algunos aseguran que los objetos de la lei se harán ilusorios porque las demás Repúblicas americanas restablecerán el curso, i dando patentes a cuantos las solicitasen no habría un solo buque español que quisiera doblar el Cabo;