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COMISION CONSERVADORA

lánea (diario de esta ciudad) las últimas pajinas de un folleto que dió a luz, (no el 28 de Mayo, como se dice, de 1822, sino en Agosto o Setiembre de 1823, segun recuerdo, pués solo circuló meses después de mi regreso a Chile, que fué en Junio de 1823, por la caída del tirano, acaecida en 28 de Enero del mismo año) el doctor don José Antonio Rodríguez Aldea, Ministro que fué de Hacienda i Guerra, en los últimos dos o tres años de la época de la administracion del Excmo. Señor Capitan Jeneral, nombrado por sus mismas criaturas, por los deberes de la gratitud, don Bernardo O'Higgins, Presidente de la lejion de honor, que instituit Gran Mariscal del Perú i Supremo Director vitalicio de Chile, con Jacultad de nombrar sucesor post mortem.

Apesar de las mas activas dilijencias que he practicado, en el mui estrecho recinto de mi círculo, por encontrar el folleto para hacerme cargo de él, no he podido conseguirlo. Yo tengo presente que no obstante la estraordinaria estension de sus muchas citas mas numerosas que las de Pichardo, de institutis, en último resultado no se sacaba otra cosa sino que O'Higgins, en el infernal período de su mando, había ejercido una dictadura i que por ese principio no había derecho para juzgarle o reconvenirle. Esta doctrina, segun me parece, fué mí ilustre amigo, el ciudadano Camilo Henríquez, ya finado, quien primero la apuntó como un temperamento propio de su dulce carácter para calmar la ajitacion de los espíritus. Yo no la profesaré jamás, i me basta que, para no responder de sus operaciones, un hombre se acoja a ella bajo ese velo o el de facultades estraordinarias, que es el corriente entre nosotros, para tenerlo por un gran criminal. Sin embargo, nunca distaré de que no se haga el menor mal a O'Higgins; de que no se le toque en un centavo de su inmensa fortuna; i de que ni aun se le impida volver al país cada i cuando quiera, si es capáz, que lo dudo, de existir en él como ciudadano pacífico.

Creo haber dado pruebas constantes de mis jenerosos sentimientos en esta parte por mas de quince años. Yo jamás he pedido nada ni publicado una sola letra contra él, excepto el espreso al Virrei de Popayan, hasta lo presente. En el Congreso de 25 defendí a sus sectarios con todo el fuego que me es característico, cuando creo que el honor i la justicia lo demandan.

Todo Chile es testigo que en la sala de la misma Representacion Nacional,en sesion pública, se me insultó, diciéndome que estaba complotado con los que habían derramado la sangre de mi familia, nada mas que porque no me aprovechaba del eminentísimo cargo de Diputado, que tenía el imponderable honor de desempeñar para prostituirlo hasta el inmundo lodazal de las venganzas, con perjuicio del honor de la Nacion, en mi concepto, i de su tranquilidad. En Chile está el que me lo dijo, como tambien el que, con las lágrimas en los ojos i con los brazos abiertos, me felicitó por la firmeza de mi integridad, segun se espresó i en ese entonces era el principal que se apuntaba como el peor i mas faccioso conspirador. Él me ha desterrado con el mas horroroso absolutismo, después de haber consentido u ordenado que se me infiriesen los mayores vejámenes i violencias, como protesto esclarecerlo oportunamente, i que aun se atentase a mi vida, segun lo indiqué, sin el menor provecho, al Presidente del Senado, don Fernando Errázuriz, i al Senador i Fiscal de la Corte Suprema, don Mariano Egaña, a quiénes, en desempeño de sus deberes, por los que les imponen nuestras leyes, en el ejercicio de los destinos que ocupaban, era de obligacion el reclamar por mí. El último se escusó hasta de ir a la cárcel, sin embargo de haberle mandado llamar con el sarjento mayor don Tadeo Quezada, i de que por nuestras instituciones no podía prescindir de hacerlo. Yo estaba autorizado para llamarle por la doble prerrogativa que me correspondía por Diputado i por Ministro de la Corte Suprema.

Apesar de todo esto i de la repetida esperiencia de las ingratitudes i maldades de los hombres, que he adquirido en mis infortunios i fuera de ellos, no me arrepiento de mis anteriores procederes, i siempre me gloriaré de haberlos practícado. Con una conducta en contrario, no podía yo resucitar a mi padre i a mis hermanos. Aun cuando hubiese sido posible, por su suerte ni por la mia, yo no debo jamás prostituirme a cometer lo que crea un crimen. Jamás lo he cometido ni hecho derramar una sola lágrima a nadie. ¡Ojalá que muchos pudieran decir otro tanto con la misma verdad!

Perdonad, señores Editores, este corto desahogo a un hombre que, entregado únicamente a sí mismo, sin pretender turbar la quietud ni los goces de nadie, se ha intentado que, en medio de su infortunio, se envileciese el mismo con su silencio; i permitidme continuar sobre el importante asunto que a todos los chilenos interesa.

La dictadura no estaba establecida por nuestras instituciones antiguas ni por las del primer período de la revolucion, hasta que O'Higgins asaltó al mando. Él jamás oyó a la Nacion. Siempre temió su justa indignacion. Ni para declarar la Independencia se atrevió a convocar a sus representantes; i los chilenos sufren hasta hoi la vergüenza de que el primero i mas sublime de sus votos, por el que abundaron en tantos sacrificios i en tanta sangre derramada, no tenga otra manifestacion que un miserable pedazo de papel firmado por O'Higgins i sus Ministros; i de que carezca la República del majestuoso sello de los escojidos del pueblo, únicos capaces de presentar sus grandes actos con el imponente aspecto de la solemne voluntad de la omnipotencia nacional.

No obstante que no he hallado el folleto, me permitirán Uds. hacer algunas observaciones sobre lo que me parece mas notable en el con-