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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXVII (1840-1841).djvu/146

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CÁMARA DE DIPUTADOS

plares i mui diestros en el arte sumamente difícil de formar hombres primeramente que relijiosos. El indio es orgulloso, vivo i suspicaz; no se rinde a quien no aprecia, i solo aprecia a los que le comprenden, le imponen i le hablan con aquel tino, propiedad i facundia que ellos aprecian i exijen en todos los discursos de sus oradores. De aquí el desprecio con que han mirado a los misioneros que no tenían estas cualidades, como lo acredita la declaracion que el cacique Antinau hizo al señor Gay, hablándole de las causas que le movieron a abrazar nuevamente la vida salvaje, que ántes había abandonado por su conversion al cristianismo. "Antes (le dijo) los padres nos enseñaban i dirijian con sus buenos consejos; ahora son hombres malos que nada nos enseñan ni cuidan de nuestro bien." Esto ha debido suceder i sucederá siempre que se emprendan obras semejantes con malos medios, tales que pueden llamarse aquellos pobres relijiosos desnudos de educacion i de virtudes, elejidos sin discernimiento i movidos sin vocacion a luchar con todas las miserias de la vida humana, a sacrificarlo todo a los intereses del cielo, sin perdonar su propia existencia; que sin haber conocido del hombre i del mundo otra cosa que el estrecho círculo de su claustro, se encuentran de repente llamados a propagar la filosofía, la humanidad i la civilizacion en los desiertos. Tal prodijio, no sabemos que hubiese sido en ningun tiempo obra de algun entusiasta o de alguna de las muchas instituciones relijiosas que precedieron a la Compañía de Jesus, a quien solo pertenece la gloria (a juicio de Montesquieu)[1] de haber sido la primera que ha mostrado la idea de la relijion unida a la humanidad, i cuyo celo esquisito para todo lo que juzga honroso i útil a la relijion, la ha hecho emprender grandes cosas i salirse con ellas. "Las misiones (dice Bufon) han formado mas hombres en las naciones bárbaras, que los que han sujetado las armas victoriosas de los Príncipes. El Paraguai no ha sido conquistado de otro modo; la mansedumbre, el buen ejemplo, la caridad, el ejercicio de la virtud constantemente practicada por los misioneros, han humanizado los salvajes i vencido su desconfianza i ferocidad. Ellos mismos han venido a pedir el conocimiento de aquella lei que hacía a los hombres tan perfectos, sujetándose a ella i uniéndose despues en sociedad. No hai cosa que honre mas a la relijion que haber civilizado estas naciones i echado los cimientos de un imperio sin otras armas que las de la virtud[2]."

El restablecimiento de la Compañía en casi todo el mundo católico i el interes con que son solicitados los jesuitas hasta de los franceses, ingleses, anglo-americanos i belgas, justifican el concepto que ha merecido esta sabia i poderosa institucion a la filosofía apoyada en el reconocimiento del jénero humano. El siglo presente, mas ilustrado e imparcial que los anteriores, no podía dejar de comprender en su alianza con el mundo intelectual, moral i relijioso al ajente que con mas eficacia ha contribuido a preparar una parte tan estendida del mundo para recibir el influjo i realizar el destino político de la civilizacion moderna; pues, entre todos los pensamientos tutelares del cristianismo católico, el instituto de la Compañía, fué sin duda el mas benéfico, el mas amable a los pueblos, i por la misma razon, el mas temible a los tiranos. Pregúntese a la historia de la caridad ¿dónde no dejaron los jesuitas señaladas sus huellas con beneficios memorables; dónde están los cadalzos erijidos por ellos? Que la historia de la iglesia muestre las ciudades, villas o aldeas que entregasen alguna vez al trono pontifical, i ¿dónde, finalmente, está el rincon del mundo, donde no hubiesen tributado la mas ardiente devocion i decidida obediencia a las leyes i a los Soberanos? La Francia bajo el reinado de Luis XIV i la España bajo de Felipe II vieron a los jesuitas negarse abiertamente a la obediencia de la Silla Romana por obedecer al mandato de aquellos Monarcas; con la misma docilidad i mansedumbre obedecieron la órden del Reí de Portugal para salir del Marañon de donde se retiraron inmediatamente; lo que no puede atribuirse al temor que les inspirasen la fuerza, pues sus constituciones les mandan espresamente esta obediencia, prohibiéndoles publicar libros que de algun modo puedan ofender la autoridad de los Príncipes, su Gobierno, sus privilejios, los usos de la nacion, sus máximas i sus intereses[3].

Tales son los fundamentos que apoyan el proyecto de lei que tengo la honra de proponer a la Cámara bajo el numero 1.º

No sería posible desconocer lo que debemos continuar haciendo todavía en obsequio de esta relijion, a quien vamos a confiar el cuidado de nuestra independencia, si aceptando de buena fé las condiciones de la vida política que hemos abrazado, reconocemos nuestra obligacion de ilustrar i dirijir el movimiento de las masas, puliendo i enderezando el resorte necesario para este objeto.

Las órdenes monásticas que hai entre nosotros, serían, sino mui poderosas, al ménos mui útiles auxiliares de la educacion pública, siempre que restablecida la primitiva observancia de sus constituciones i bien dirijida la instruccion de los relijiosos, que se dedicasen a la carrera del púlpito i a la enseñanza de la juventud, fuesen los claustros lo que deben ser; moradas de virtud i sabiduría. Reducidos actualmente a vivir del escaso 'producto de sus rentas, se au-

  1. Cap. 6, Espíritu de las Leyes.
  2. Historia Natural. Discusion sobre la variedad de la especie humana.
  3. Tomo 2.º páj. 62 de las Constituciones.