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SESION DE 28 DE AGOSTO DE 1839

es indispensable poseer un abundante caudal de noticias i una prolija i copiosa coleccion de documentos estadísticos; i si de ordinario se ofrecen obstáculos poderosísimos para obtenerlos por lo imperfecto de nuestra organizacion interna i por otras causas que el Congreso no ignora, dígnese este augusto cuerpo graduar en su prudencia si habrá sido posible recojerlos en las críticas circunstancias en que acaba el pais de hallarse; si careciendo yo, casi del todo, de esas noticias i documentos, podré cumplir ahora estrictamente con el deber que me impone el artículo 88 de la Constitucion, i si en el corto período que ha trascurrido desde que se me confió la secretaría que sirvo, interrumpido por una demasiado penosa i dilatada enfermedad, habrá estado a mis alcances ponerme en disposicion de formar como quisiera una obra tan delicada i difícil. Ya que no es dable, pues, que ella sea individual i precisa, será al ménos fiel en lo que describa, indicará los vacíos que para satisfacer ciertas exijencias de los pueblos tienen que llenar sus lejisladores, i las providencias principales que con el mismo objeto ha dictado el Gobierno, sin incluir las que se espidieron por el Ministerio del Interior en 1836 i 1837 sobre ramos que hoi pertenecen al de Justicia, de las cuales parece que corresponde hablar al señor Ministro de este Departamento.

Orden público. —Nada, al presente, sería para mí mas agradable í lisonjero que poder decir a los depositarios de la Soberanía Nacional: en la época que comprende mi esposicion, el orden público no ha sido perturbado. ¡Cuánto regocijiría esta sola frase el ánimo de los que conocen la influencia bienhechora de la tranquilidad sobre el bienestar de los Estados! Pero un deber que bien querría yo que no existiese, me obliga a pasar por el dolor de recordar ahora las tentativas con que se ha procurado interrumpir la marcha rápida de la República hacia su engrandecímiento. Se trabajaba con ahinco en promover las mejoras de que precisamente ha de ser susceptible un pais que, no há muchos años, pasó de la abyeccion mas vergonzosa a gozar el fruto de sus sacrificios por la libertad, i que ha sufrido los sacudimientos que era natural precediesen a la consolidacion de su nueva existencia, cuando un hombre ambicioso creyó posible arrebatarnos el bien inestimable que adquirimos a costa de la sangre de tantas víctimas, cuya memoria nos será para siempre venerable. Ahogar nuestra independencia entró en los indignos cálculos del que armó la mano de los alucinados chilenos que, a mediados de 1836, se dirijíeron desde el Callao a sembrar en su patria la semilla de la anarquía. Se equivocaron pensando que encontrarían dispuesto el terreno para recibirla, pero alentaron a otros, tan ilusos como ellos, que seducidos por ajentes inmorales del enemigo insidioso que puso en accion cuantos arbitrios estuvieron a sus alcances para lograr sus inicuas miras, creyeron que era llegado el caso de activar sus preparativos a fin de llevar a efecto los planes desorganizadores que tenían concebidos, i que poco despues se descubrieron con toda claridad a tiempo oportuno para evitarnos la angustia de lamentar desde entónces el horrible sacrificio intentado 1 cerca de un año ántes que se consumara en el Baron. Por desgracia, los reos de esta primera maquinacion no eran los únicos que se habían envilecido recibiendo del estranjero el puñal que manejaban; así es que sus pérfidos proyectos fueron secundados, aunque sin otro efecto que el escarmiento de los cómplices, en dos de las provincias del Sur, hasta que, en mala hora, pudo lograrse uno de los objetos principales a que todos se habían encaminado, aunándose la alevosía, la ingratitud i la ferocidad, para privarnos del ilustre i distinguido Ministro que tantos bienes habí 1 procurado a su patria, en quien ésta tenía fijadas tantas esperanzas halagüeñas, i cuya suerte jamas recordarán sin conmodon los apreciadores del talento, de las grandes miras políticas, de la consagracion esclusiva al servicio público i del mas acendrado patriotismo. De casi todas las indicadas tentativas se instruyó con oportunidad al Congreso, lo que me dispensa de entrar en esplicaciones odiosas sobre sus pormenores, que no podrían espresarse ni oírse sin amargo sentimiento; pero no dejaré de observar que, aun cuando no tuviéramos otra prueba de que el oríjen de ellas estaba fuera de nuestros pueblos, nos lo revelaría su carácter feroz, tan opuesto a la dulzura natural de los chilenos, i la circunstancia de componerse la gran mayoría de los que han figurado en tales atentados, de hombres oscuros, sin capacidad, sin vínculos que los ligasen al pais que pretendían desorganizar, i muchos perseguidos de antemano por crímenes atroces, entre los cuales solo podía hallar dignos instrumentos el enemigo de nuestro reposo; no siendo estraño que, sin saberlo, cooperasen con él algunos descontentos de dañada intencion que nunca faltarán en todo Estado, donde no se contemporiza con los avances de la ambicion, donde se reprimen los delitos i donde no se puede subsistir sin trabajar. Afortunadamente los conatos de aquéllos i éstos se han estrellado contra el firme apoyo que el Gobierno ha encontrado siempre en la opinion pública, sin que en diversos casos haya faltado un considerable número de buenos ciudadanos, a quienes se ha visto apresurarse para descubrir con oportunidad a las autoridades las tramas que se urdían en las guaridas de la corrupcion; se han estrellado también contra el antemural que los lejisladores atinadamente opusieron, espidiendo las leyes de 9 de Noviembre de 1836 i de 31 de Enero de 1837, a los esfuerzos que al mismo tiempo se hacían dentro i fuera de la República, para que el jenío del desórden representase en la escena política. Esas leyes, i en especial la última, pusieron al Ejecutivo en estado de espe-