▼La fuerza de que constaba el Ejército destinado a obrar en el territorio de la ▼Confederacion, ascendía, aproximadamente a la de 4,000 hombres. El entusiasmo i espíritu patriótico que los animaba, su disciplina i ejemplar moral acompañadas de un decidido deseo de dar pruebas del valor que característicamente les distingue, eran todas señales evidentes de la seguridad del triunfo. Bajo tan dichosos auspicios, zarparon del puerto de Valparaíso con destino a los del Perú. Habiendo arribado al de Quilca, designado para su desembarco, penetraron en el corazon del pais enemigo, venciendo los obstáculos que les presentaba la naturaleza de un arenoso 1 prolongado desierto, i se posesionaron de la opulenta ciudad de Arequipa.
Los ardorosos deseos de medir sus armas con las del contrario, llenaron de pavor a un enemigo artero, quien, a trueque de evitar un encuentro con soldados resueltos a perecer ántes que dejar amancilladas las glorias de su patria, apeló a los ardides que le eran familiares, entablando una negociacion que, léjos de convenir a los intereses de Chile, le dejaba en un estado de violencia i zozobra mas penosa aun que el en que se encontraba al tiempo del rompimiento. En virtud de este concierto, regresó la expedicion con una notable baja producida por enfermedades i otras causas, i para mayor dolor, marchitado el entusiasmo que animara a sus individuos, miéntras les halagó la esperanza de conseguir la victoria, porque tanto habían ansiado. Estos fieles defensores de la Independencia volvieron a reanimar se al observar la uniformidad i consonancia que reinaban entre las clases influentes de la nacion por la entera anulacion del tratado de Paucarpata.
Obligado el Gobierno a preparar nuevos elementos para continuar la lucha a que injustamente había sido provocado, dedicó todo su conato a completar los cuerpos que habían vuelto de la primera campaña, aumentando el número de ellos con otros de nueva creación, a fin de asegurar el éxito de la empresa que nuevamente se proyectaba. La provincia de Aconcagua, ciudad de Valparaíso i pueblos inmediatos facilitaron, en pocos dias, un continjente que hizo ascender el Ejército a la fuerza de 6,000 plazas. Declarado en asamblea permanente para adquirir el grado de disciplina i destreza con frecuentes ejercicios doctrinales, se vió con asombro que, en el coito espacio de cinco meses, había llegado al grado de perfección que exijía la clase de servicio a que estaba destinado. En este estado se circularon órdenes para realizar su embarque. Al presenciar el júbilo de que estaban inspirados sus individuos, en los momentos de despedirse de una patria que era el ídolo de su corazon, se fortificó de nuevo el Gobierno en la ventajosa opinion que de antemano había formado de las brillantes calidades que adornaban a los soldados expedicionarios, presajiando, desde luego, el feliz desenlace de la empresa que iban a acometer.
En el mes de Julio del año próximo pasado, dieron la vela con direccion al Norte del Perú, desembarcando en el puerto de Ancon en el de Agosto siguiente. Apénas habían pisado el territorio destinado a ser el campo de sus ínclitas hazañas, cuando se disipó la dulce ilusion que el pronunciamiento del hombre funesto que mandaba en Lima, había hecho concebir a los amantes de la independencia peruana. Este caudillo, mal aconsejado, se dejó arrastrar por las insidiosas instigacíones de los enemigos de la causa común, i despreciando el jeneroso auxilio de las armas chilenas, declaró abiertamente la guerra al poder de quien debiera esperar el mas firme apoyo para sustentar el loable proyecto de estirpar la tiranía. En tan críticas circunstancias se vió el Ejército (no obstante los reiterados esfuerzos para apartar aquél de su tenaz propósito) precisado a luchar contra quien había confesado ser su enemigo. El éxito de la contienda no podía ser dudoso por parle de los valientes que le componían, i la completa desaparición de su adversario a las pocas horas de rotas las hostilidades, prueba bastantemente su superioridad sobre el vencido. Complicadas las operaciones de la campaña por el imprevisto acontecimiento del combate de Guias, se juzgó de sumo ínteres auxiliar con nuevos refuerzos al Ejército; al efecto, se realizó el envío de un batallon con la fuerza de 700 plazas i 200 caballos para la remonta de los respectivos cuerpos. Su llegada al Perú alentó notablemente la confianza de aquél al considerar la eficacia i actividad del Gobierno en proporcionar oportunos auxilios para llevar a cabo la campaña que acababa de abrirse.
Despues de las mas acertadas combinaciones para afianzar el favorable desenlace de una contienda en que estaba cifrada la suerte de dos Estados vecinos, la seguridad de Chile i el honor de sus armas, se trasladó acertadamente el teatro de la guerra a las provincias del Norte. Allí, en medio de las privaciones de todo jénero que esperimentaba el soldado por la carencia de lo necesario para subsistir, i combatido, al mismo tiempo, por el influjo de un clima insalubre i la rijidez de la estacion, acometió con asombro de los que contemplaban su audacia la descomunal empresa de aniquilar a un enemigo superior en fuerza numérica, provisto de cuantos medios podían constituirle poderoso i fortalecido en posiciones que la naturaleza i el arte hacían inesptignables. Asaltado en ellas por el prodijioso valor de nuestro Ejército, entonó éste a las pocas horas de una lucha encarnizada el himno de victoria sobre el mismo campo, en que había quedado sepultado para siempre el colosal poder alzado por la mas insana ambicion.
El inmortal triunfo de ▼Yungai coronó superabundantemente los esfuerzos i sacrificios de la República; reveló al mundo la valentía e intrepi