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Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXVI (1839).djvu/84

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SESION DE 15 DE JULIO DE 1839

sion de todas armas estaba también lista para marchar al primer llamamiento del jefe de nuestras tropas. ¡Qué de sumas no habrá costado, pues, crear desde sus primeros elementos, sostener i reparar los quebrantos de ese Ejército i Escuadra, que han sido al fin poderosos para trastornar la faz del Continente! Sin embargo, el Congreso sabe que los sueldos de toda clase de empleados se han cubierto mensualmente sin descuento alguno; que el Crédito Público ha cumplido con una exactitud relijiosa sus antiguos i nuevos compromisos; que las necesidades del servicio se han satisfecho como en medio de la paz mas profunda. Aun hai mas: se han levantado en este tiempo edificios públicos, abiértose un nuevo i costoso camino carril, i remitidose a Europa gruesas cantidades para la construccion de la hermosa fragata que se espera i para otros objetos de utilidad nacional. Apénas, señores, puede ser creido. Las rentas ordinarias, con lijeros auxilios, han bastado para tan injentes desembolsos. La propiedad del ciudadano, constituida ya entre nosotros como un sagrado inviolable, no ha esperimentado (escusado era decirlo) la mas leve vejacion; los donativos i empréstitos forzosos, las contribuciones estraordinarias que arruinaban en otro tiempo la industria i las fortunas, desaparecieron de Chile; i solo se conserva su memoria para graduar el inmenso espacio que hemos recorrido en la carrera del órden i de la civilizacion. Las rentas nacionales, repito con placer, han bastado para todo; ellas han sido un manantial que no se ha agotado ni por las cauda losas salidas, ni por las turbaciones que con la guerra debieron esperimentar las fuentes que las alimentaban. Ellas están libres i descargadas de toda obligacion en el interior de la República, de manera que despues de haber desplegado recursos suficientes en una larga i porfiada lucha, la paz vuelve i nos encuentra intactos i en todo el vigor de nuestras fuerzas. He aquí, señores, el fenómeno consolador que ofrece nuestra República, fenómeno que llena de gozo el espíritu i que promete en lo futuro una era de prosperidad i de ventura.

Mas ¿cómo se ha verificado este prodijio, que sobrepuja los cálculos i las esperanzas mas halagüeñas? Este es el gran problema cuya solucion deseara yo que se grabara eternamente en el corazon de los chilenos. El es el fruto de la paz doméstica que, de diez años a esta parte, ha venido a hacer su asiento entre nosotros, trayéndonos en premio del buen sentido con que abrazamos siempre la causa del órden, los innumerables beneficios que la acompañan; ella ha permitido que se desarrollen libremente los jérmenes de prosperidad que contiene nuestro suelo; ha permitido que la agricultura, el comercio, la minería, las artes i la civilizacion, emprendan a la vez el rápido movimiento con que las vemos adelantarse, i que las turbulencias políticas de los tiempos pasados habían hecho detener. Las leyes económicas espedidas en la última época, sábiamente calculadas para prestar fomento a la industria nacional, han contribuido también en gran manera a este resultado feliz; i mediante ellas la regularidad ha sucedido al antiguo desgreño en la administración de las rentas, i la moralidad de los empleados a los escandalosos abusos de que el Erario fué en otro tiempo víctima. El Gobierno, por su parte, léjos de entregarse a una prodigalidad a que lo invitaba el buen estado de las rentas públicas, ha tratado, por el contrario, de aprovechar esta ventaja preciosa, i una severa economía ha sido la norma de sus deliberaciones. Añádase a esto la confianza que ha sabido granjearse por la buena fé de sus procedimientos, i la exactitud escrupulosa con que cumple sus compromisos; confianza que le ha abierto, por decirlo así, las arcas de los ciudadanos i de los estranjeros, i proporcionádole socorros abundantes i muchas veces gratuitos; i se tendrá una esplicacion natural de aquel fenómeno, que merece, por cierto, llamar la atencion de los observadores.

Luego que el Jeneral Santa Cruz comenzó a ejercitar sobre nosotros su política perturbadora, el Congreso autorizó al Presidente de la República para levantar un empréstito de $ 400,000, con el fin de organizar las fuerzas navales que debían poner dique a los proyectos temerarios de aquel usurpador. No fué, sin embargo, necesario hacer uso de este medio, sino en los primeros momentos en que todo faltaba, i en que las rentas ordinarias no pudieron de pronto satisfacer a nuestras necesidades. El empréstito decretado i reducido despues por el Gobierno a la suma de $200,000, produjo 105,000, cantidad comparativamente pequeña que no ha ocasionado variacion en el estado del crédito, ni aumentado sino lijeramente las obligaciones del Erario. Bien conoció el Gobierno que conviene a todas las naciones, i especialmente a las que como la nuestra, cuentan con reducidos capitales, sacar estos empréstitos de paises estranjeros; pero consideraciones de gran peso, tanto en el órden económico como en el político, le indujeron a levantarlo dentro de nuestro propio territorio. Los acontecimientos, en primer lugar, se sucedían con tal rapidez, que no daban tiempo para jirar estas especulaciones a largas distancias; i aun cuando hubiera podido allanarse este inconveniente, no era de esperar que hallásemos condiciones ventajosas, en donde no había ínteres ni simpatía por la empresa a que el empréstito estaba destinado. Juzgó, pues, el Gobierno que la República debía sacar de su propio seno las arpias con que combatiese a su enemigo, i para que este esfuerzo le fuese ménos oneroso, ocurrió al arbitrio de dividir la suma decretada en acciones de a $ 500, las cuales solicitó de la patriótica i libre voluntad de los ciudadanos. Así los que recibieron una especial invitacion del Gobierno, i que se allanaron a prestar este servicio,