Página:Sesiones de los Cuerpos Lejislativos de Chile - Tomo XXV (1836-1838).djvu/435

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
427
SESION DE 22 DE DICIEMBRE DE 1837

ver en el momento el marchar a atacarlo en esta segunda posicion, ántes de que se reunieran las fuerzas del Jeneral Santa Cruz. Di las órdenes correspondientes, i a las diez de la noche todo el Ejército se hallaba en marcha. A mi llegada a Mollebaya, se me ratificó la misma noticia, señalando hasta la posicion que había tomado el enemigo, i lugar en que había colocado su artillería. Todo me hizo mirar aquel dia como el marcado para la decision de la campaña.

El contento se mostraba en todos los semblantes. Nos hallábamos ya a ménos de una legua de Pocci i eran las nueve de la mañana, cuando se me presentó un hombre que venía del mismo pueblo i me notició que el enemigo, sabiendo nuestro movimiento, se había retirado para Puquina i que no había nadie en el pueblo. Hice hacer alto al Ejército i con las compañías de cazadores i un destacamento de caballería continué mi marcha acompañado del Jeneral en Jefe del Estado Mayor. Llegamos a Pocci; i no encontramos una persona que nos diese una noticia cierta de los enemigos. Mandé reconocer una partida que se presentó a nuestra vista sobre el cerro, camino de Puquina, la que se puso en fuga a la aproximacion de la nuestra.

Frustradas nuevamente nuestras esperanzas de combatir, di la órden de contramarchar para Arequipa. La fuerza que formaba el Ejército ese dia era de 2,532 hombres, segun el estado que me pasó el ayudante de Estado Mayor Teniente Coronel don Francisco Ramírez, dejando mas de trescientos enfermos en el hospital, sin contar los que quedaron a bordo.

En los primeros dias de mi llegada a Arequipa no recibía sino noticias contradictorias con respecto a las fuerzas del enemigo, ni podía, por falta de espías, comunicarme con el Jeneral López. Algunos que se me presentaron por los señores La Fuente i Castilla, aunque me proporcionaban noticias, las mas veces eran inexactas por su falta de capacidad o talvez mala fé, con que se prestaban a este servicio. Ultimamente supe de un modo positivo que los batallones Arequipa i 1.° de la Guardia, que habían marchado a Puno, llegaron a Puquina a los pocos dias a incorporarse a la fuerza del Jeneral Cerdeña. El Jeneral López, lejos de cumplir lo prometido, se acercó con su division al Jeneral Cerdeña, i la conclusion de todo esto fué reunirse ésta i fugarse aquél para Chuquisaca.

Supe de Puno que Santa Cruz había retrocedido de La Paz i que venía a tomar el mando del Ejército del centro, trayendo consigo ochocientos a novecientos hombres; que las dos compañías que se hallaban en el Cuzco habían llegado ya a aquel punto al mando del Jeneral Herrera; que la oposicion que tan decididamente se había pronunciado en el Congreso de Bolivia había desaparecido; que el movimiento de Oruro hecho por la tropa que tenía de guarnicion, fué sofocado por el pueblo; que el Diputado Sanpértegui, primer campeon de la oposicion, convertido despues en vil esclavo de Santa Cruz, (segun espresion de una carta que recibió el Jeneral La Fuente), había enjuiciado i condenado al oficial que acaudilló aquella insurreccion, i que los arjentinos no se movían despues de la accion de Huamahuaca. Supe tambien en los últimos dias que los batallones 2.º de la Guardia i 5.º de línea que venían el uno de Tupisa i el otro de Jauja, a marchas forzadas, estaban próximos a incorporarse a la division de Cerdeña. Las fuerzas del Jeneral Santa Cruz con esta agregacion ascendían al número de cerca de cinco mil hombres, sin contar la division Vijil, que destacada del Ejército del Norte, se aproximaba obrando sobre nuestra retaguardia.

En estas circunstancias, en situacion tan apurada i crítica, desprovistos de medios de movilidad, de subsistencia, de vestuario competente para atravesar la cordillera, con un enemigo superior al frente, ¿qué movimiento ofensivo podía yo tentar? ¿Qué éxito podía prometerme de buscar al enemigo, a un enemigo poderoso, dueño de todas las posiciones ventajosas que a cada paso proporciona una sierra para combatir, aun siendo en inferioridad de número? No hubiera la ejecucion de un proyecto tan desatinado e irracional atraído la destruccion total del Ejército? ¿Aprovechaba este inútil sacrificio a la causa que defendíamos? ¿Importaba al honor de la madre Patria el esterminio de tres mil de sus mejores hijos? Respondan, no los militares instruidos, sino los hombres mas ajenos de la profesion de las armas, con tal que tengan sentido comun i buena fé. Está, pues, demostrado que no podía obrar ofensivamente sobre el enemigo, sin contrariar las reglas mas vulgares del arte de la guerra.

No me quedaba mas partido que mantenerme en Arequipa, confiado en que el enemigo, por poco audaz que fuese, trataría de desalojarnos, provocando una batalla en que debía contar con el triunfo, atendida la superioridad de sus fuerzas. Por mi parte, descansaba en la moral, en la disciplina, en el afamado valor del soldado chileno i mui particularmente en la excelencia de nuestra caballería. Con estas sobresalientes calidades, que contrapesaban la ventaja material del número de los enemigos, no temía los resultados de una accion; por el contrario, deseaba ardientemente, i lo deseaba todo el Ejército, medir nuestras armas sin cuidar de contar los enemigos; mas, estas esperanzas no se cumplieron. El enemigo, conociendo nuestra situacion, no quiso aventurar sus fuerzas ni correr los azares de la suerte, i se mantuvo en sus posiciones, esperando que agravándose por momentos aquella me vería forzado a emprender una retirada, en cuyo caso confiaba hostilizarnos con todas las ventajas que le daban sus crecidas fuerzas, el conocimiento práctico del terreno i la movilidad de una infantería que en esta calidad puede, sin exajeracion,