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SESION DE 22 DE DICIEMBRE DE 1837

dés, juntando entre ambos 14,000 hombres. El Ejército del Jeneral Sucre se había disminuido por las marchas. Su miseria era espantosa. La gala de sus oficiales era levita de jerga. La derrota de Colpahuaico coronó los desastres de estas tropas. Sin embargo, ellas fueron las vencedoras de Ayacucho.

¡San Martin, Bolívar, Sucre! ¡Verdugos de la humanidad! Vosotros sellasteis la Independencia del continente, porque la mala estrella de la América quiso que no estuviese a vuestro lado el filántropo de Paucarpata.


Adoptando los principios de este república, no hai bienes de ningun jénero que no sea lícito a los pueblos conquistar por las armas. La soberanía, el honor, la conservacion i vindicacion de los derechos mas caros, son, en su opinion, cosas de poco momento para producir una guerra; de manera que su código de derecho de jentes no reconoce medio alguno por el que puedan hacerse justicia las naciones. Por eso se jacta de haber dejado bien puesto el honor de nuestras armas, obligando al Ejército a volver a su pais sin haber sufrido el menor contraste. Sí, íntegro ha venido como fué, i no ha recibido el menor contraste, ni tampoco lo ha causado al enemigo, no ha traido ni el luto, ni la orfandad, ni las lágrimas, ni la desolacion de mil familias. Ninguna de estas consecuencias ha producido la expedicion; porque ellas son el resultado de la guerra, e Irisarri no quiso que se hiciese la guerra. Guerra verdaderamente inútil, si el honor de nuestras armas podía quedar bien puesto, rindiéndola a los piés del enemigo.

Mas, no solo se considera Irisarri con derechos a la gratitud chilena por el exótico desenlace de la campaña, sino tambien con derechos a la gratitud peruana. Santa Cruz es para él el único freno de la anarquía en aquel pais desventurado, i destruir a Santa Cruz era desencadenar nuevamente las pasiones políticas. Este es uno de los argumentos que el Protector emplea en defensa de la usurpacion, i el nuevo abogado del Protector, no podía ménos de emplearlo tambien. Al abandonar la causa de Chile por la del Usurpador, Irisarri debía jurar el principio fundamental de la Confederacion; la tiranía estranjera es el único remedio de la guerra civil. Para los que no tienen patria en cuya Independencia interesarse; para los aventureros que se agrupan al rededor del Pacificador, éste es no solo un principio de justicia sino un principio de conservacion.

Se ha visto ya que Irisarri pretende probar en esta última parte, que la campaña no puede tener otro desenlace que el que ha tenido, i que este desenlace ha sido el mas justo i el mas conveniente, porque no hemos sufrido los males de la guerra, o lo que es lo mismo, porque no ha habido guerra i porque el Jeneral Santa Cruz ha quedado asegurado en sus usurpaciones.

Nosotros creemos no haber dejado la menor duda en que Irisarri no tuvo autorizacion para tratar, en que el tratado es un monumento de ignominia, i en que no ha sido fruto de una imperiosa necesidad, porque el Ejército pudo retirarse sin pasar la vergüenza de tan denigrantes estipulaciones.

Pero Irisarri no solo se disculpa de haber tratado, sino se gloría de haber procedido abiertamente contra las intenciones i la política de su Gobierno, impidiendo una guerra decretada por los Poderes Supremos de Chile, i asegurando el poder injusto contra quien eran dirijidas las hostilidades. No nos concede ni justicia en nuestras pretensiones, ni fuerzas para llevarlas adelante. "Doi por conseguida, dice, la ventaja que puede desearse de tomar toda la Escuadra del Perú. ¿Va Chile a mantener esta Escuadra? Miéntras mas buques tenga que mandar, mas necesidad tendrá de aumentar sus gastos. ¿Trata solo de quitar a este Gobierno su Marina? Este es un cálculo mui errado, porque el solo hecho de quitar estos malos buques a la Confederacion, hace atender a la necesidad que ésta tiene de adquirir otros mejores i mas fuertes." De estas premisas, deduce que Chile perderá en una guerra impolítica las ventajas evidentes que ha sacado de una paz provechosa.

La irracionalidad de este argumento solo puede compararse con la malignidad de las intenciones del que lo emplea. Solo a Irisarri se le ha ocurrido en el mundo, que el poder marítimo de un enemigo aumenta a proporcion que se le van quitando sus buques, porque entónces se ve en la necesidad de reponerlos con otros mejores. Sería ofender el buen sentido detenerse un solo instante en la refutacion de este delirio.

Irisarri, rico i feliz en ejemplos históricos, apoya estas irreflexiones en la guerra del Peloponeso, i dice de ella: "la cual, apesar de aquellas grandes ventajas i de la grande habilidad de Perícles, de Demóstenes, de Cleon, de Nicias, de Alcibiades, i de todos los demas Jenerales eminentes, que se inmortalizaron en aquella campaña, se terminó al cabo de veintisiete años con la completa ruina de aquella nacion orgullosa, Aténas, que confió demasiado en la superioridad de su marina, i obligó a los lacedemonios a hacer esfuerzos estraordinarios para disputarle i conseguir al fin el dominio del mar."

Si entónces fué el provocador el orgullo de Aténas, hoi lo es el orgullo de Santa Cruz. Si Aténas aspiraba al dominio del mar, Santa Cruz aspira al dominio del Continente. Esta es la verdadera aplicacion del recuerdo histórico, i apoyados en él podremos decir que las armas de Chile, como las de Esparta contra Aténas, acabarán por humillar i por destruir el poder alevoso del Protector, apesar de la habilidad de sus grandes capitanes, i del mas célebre, mas elocuente, mas lójico i mas celoso de sus oradores, don Antonio José de Irisarri.

El anatema contra la obra de ignominia que