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SESION EN 3 DE JULIO DE 1844

teniendo mayor suma aumentan mas sus vicios. Son tan conocidas todas las ventajas que reportaríamos que estenderme en explicarlas mas seria cansar la atencion de la Sala. Cuando se hagan nuevas observaciones volveré a tomar la palabra para responder a ellas; por ahora creo que bastará lo que he dicho.

El señor Presidente. —Mucho me temo, señores, que al haber concebido la Sala los 8 pesos para el soldado, se haya creido que se han traspasado ya los limites de la jenerosidad i que puedan temerse algunos efectos funestos de estas munificencias; para evitarlo, se ha creido necesario destinar a la Caja de Ahorros el aumento de un peso. Yo hago justicia, señores, al pensamiento que pone en contacto al soldado con la Caja de Ahorros, porque es noble i mui moral; pero en el presente caso creo que es injusto en teoría, irrealizable en la práctica; me esplicaré: En tiempo del Gobierno español se asignaba al soldado de infantería 8 pesos mensuales, i no se crea que este era un sueldo exhorbitante: léjos de eso, de todos los que pagaba el rei de España en la América, el menor era el de Chile; esta fué la causa de aquel refran que todos hemos oido decir: el pago de Chile, como sinónimo de la mezquindad i pequeñez de los sueldos que aquí se pagaban.

Esta fué la causa que cuando Chile sostenia la guerra contra los españoles, pagándose en todo el resto de la América mucho mejor que en Chile, mirasen como una especie de maldicion la necesidad que tenian de venir aquí de los otros puntos de América, porque era seguro que perdían la cuarta parte i mas algunas veces de lo que se les daba en otros paises.

Esto dió oríjen a ese maldito refran que he oido en paises estranjeros i que me ha llenado la cara de rubor.

El soldado tiene motivos para decir: si en tiempo de la dominacion española se nos daba ocho pesos, ahora que he cumplido con el encargo de la nacion, llenándola de gloria en el 18 de Setiembre, ¿es posible que esté de peor condicion aun que bajo el dominio español...?

Sin embargo, señores, si yo conociera que este proyecto era realizable, me encojeria de hombros mirando al bienestar del soldado, llevando a cabo el pensamiento de la Caja de Ahorros; pero, señores, yo creo que no es posible efectuarlo, siempre que el ejército se halle como ahora, diseminado desde el estrecho de Magallanes hasta Copiapó i distribuido en toda la frontera.

Supongamos que se acuerde esta lei, que va a tener un efecto favorable i que el primer mes le descuente al soldado su peso; supongamos tambien para que el caso sea mas practicable, que los jefes de destacamentos no se entiendan directamente con la Caja, sino que remitan este descuento al jefe del lugar en donde se encuentre la plana mayor del cuerpo. Para esto será necesario encontrar una persona que allane las dificultades de la conduccion de los descuentos de los diversos destacamentos, a los puntos donde está el cuerpo.

Supongamos, señores, que haya un hombre tan bueno que se encargue de conducir este dinero bajo su responsabilidad i a su costo, desde tal punto a tal otro; supongamos que este hombre de tan buen alma entrega el dinero en los diferentes destacamentos en que se halla el ejército (i ya ven ustedes que esto es mucho suponer); supongamos que llegue sin gasto alguno hasta el poder del jefe del cuerpo; ahora nos hallamos en la segunda dificultad de remitir este dinero a Santiago para depositarlo en la Caja de Ahorros, i de consiguiente, de buscar otro buen hombre que se encargue de traerlo gratuitamente sin costo i sin pérdida.

Ahora, señores, ¿a quién lo entregaria? Seguramente que cada comandante tendría que nombrar un apoderado que se encargase de la conduccion de los fondos i este apoderado por mui patriota que sea ¿servirá grátis, teniendo que llevar una porcion de dinero bajo su responsabilidad?

Pero supongamos que se encuentre uno de estos hombres ¿encontrarán todos los demas cuerpos? porque todos ellos están variando de lugar i haciendo remesas i sub-remesas, corriendo riesgo el dinero, porque si se lo roban sería necesario seguir un juicio, i ya se ve el embarazo que esto ocasionaría. Pero supongamos, i es mucho suponer, que el dinero llegó a manos del jefe i que en fin está ya en Santiago; hai todavía que nombrar otro apoderado quien avise al jefe que el dinero ha entrado en caja. Los jefes es claro no deberán satisfacerse con las cartas del apoderado, porque éstas no podrá ser bastante i necesitan para cubrir su responsabilidad, pedir las libretas, verlas i tomar razon de ellas i solo de este modo podrán ofrecer una segura garantía. Con que ya tenemos que son necesarias dos mil i tantas libretas que en las remesas multiplicarían el trabajo de los jefes i multiplicarían tambien las dificultades; porque de las manos de los jefes a las de los apoderados, de las de éstos a los otros jefes i de las de estos a otros apoderados que las trajesen a Santiago, tendrían que estar las boletas yendo i viniendo, i si alguno de los apoderados viene i gasta el dinero, ¿con que se cumple al soldado? porque téngase presente que en el dia el soldado nunca pierde; porque el Gobierno es el que bajo su responsabilidad está obligado al pago i luego que el habilitado toma a su cargo el dinero, sobre él recae toda la responsabilidad; de manera que siempre tiene el soldado las suficientes garantías. Pero no sucede lo mismo en el caso presente: el soldado no tiene seguridad de ser cubierto. Pero aun cuando pudiera esto practicarse por un mes o dos, nunca podria hacerse para siempre. Solo un cuerpo hai que podria hacerlo, porque es un cuerpo fijo, que siempre es