SESION DE APERTURA, EN 1.º DE JUNIO DE 1832[1]
Anunciamos con la mayor complacencia la apertura de las sesiones del Congreso Nacional, verificada ayer conforme a lo dispuesto en el artículo 58 de la Constitución. Esta es la vez primera que se ve en Chile reunirse por segunda vez una corporacion de esa clase por solo el imperio de la lei, sin convocatoria, sin elecciones i sin turbulencias.
A las doce de la mañana, se presentó S. E., el Presidente de la República, acompañado de todos los majistrados, militares, etc., en la Sala del Senado, donde se habian reunido ámbas Cámaras, i despues de haber declarado que se abrian las sesiones del Congreso, dió cuenta de su administracion por medio del siguiente discurso que leyó el señor Ministro del Interior.
(El discurso aludido va inserto en el tomo XIX, anexo número 406 i el acta respectiva consta a fs. 317 de dicho tomo.)
ANEXOS
Núm 375
▼El señor ▼Presidente del Senado dió a S. E. la contestación que sigue:
Conciudadano Presidente:
Al escuchar la ▼Representación Nacional el progreso que cada ramo ha tenido en el estrecho período de vuestra administración, no puede dispensarse de felicitar a los pueblos que unánimes os elijieron Jefe Supremo del Estado. Necesitaban este dia las Cámaras una lengua mas fecunda i ménos comprometida que la mia para espresar dignamente sus sentimientos; cederá, sin embargo, la modestia a los deberes del destino, i revistaré con la brevedad que permite la premura del tiempo los objetos del discurso que acabais de dirijirles.
El estado de nuestras relaciones esteriores en armonía con la tranquilidad interior, anuncian la prosperidad i la dicha. El labrador, el esplotador, el negociante chileno que bajo el imperio del órden duplican sus productos, porque están seguros de gozarlos bajo el de la lei, los cambian con ventajas i con todas las Naciones productoras; porque somos amigos de todos los hombres; la riqueza nacional aumenta en esa doble razón, i en la misma la prosperidad pública.
Estamos en paz con todas las Naciones; porque los deseos estériles de la España no deben alterar nuestra quietud; se acabó para siempre la guerra de vandalaje, i con ella los inmensos gastos a que nos obligó por diezisiete años; cesó la inseguridad de los campos i de los propietarios rurales; se han habilitado los inmensos i preciosos terrenos que estaban entre cordilleras en los precisos momentos que los reclamaba la esterilidad del año; i ya que nuestra mediación no redimió a nuestros hermanos trasandinos de sus desgracias, los hemos aliviado al ménos de esas hordas desoladoras. La Nación reconocerá como minentes esos servicios de los valientes que la han cubierto de gloria en su última campaña.
- ↑ Esta reseña con el discurso del Presidente del .Jenado ha sido trascrita de El Araucano, número 90, del 2 de Junio de 1832. —(Nota del Recopilador.)