▼seguro de la decision con que abrazaban la causa de que íbamos a ser víctimas."
Don ▼Ramón Freire no advirtió que su panejirista, agotando todos los recursos del embuste para cubrir su vergonzosa defeccion, no ha hecho mas que sublimar su ignominia. Si hubiera consultado imparcialmente esa relación con el testimonio de su conciencia, no habria suscrito un folleto que le presenta a los ojos de sus conciudadanos inflado de una vanidad propia solo del mas completo idiotismo i envuelto en contradiciones que le alejan de su objeto. Solo por burla se le puede hacer decir: el jeneral Prieto llevaba adelante sus planes revolucionarios. Decíase representante de las provincias i vengador de la Constitucion violada...i por confesion suya los verdaderos republicanos del Sur no le invitaron sino a celebtar conmigo una estrecha alianza i amistad. Tan persuadido estaba él mismo de la ilegalidad de su investidura, tan temeroso del mal éxito de su empresa,tan necesitado de apoyos, digo mas respetables que su nombre i el de la faccion con que se habia unido que, al dirijir su voz a los pueblos para dar algún viso de justicia a su conducta despues de los tratados de Ochagavia, tuvo que confesar abiertamente que la única misión de que lo habian encargado los pueblos era su alianza i amistad conmigo ...Lo que le pidieron los hombres de buena fé era su unión conmigo, i mi nombre le sirvió de pasaporte para marchar seguro hasta la capital...El documento que se presenta en comprobante de estas ridiculas aserciones es una carta del jeneral ▼Prieto dirijida a don Ramón en 17 de Enero de 830, en que solo se encuentran fuertes reconvenciones por la conducta que observa. No hai una sola espresion que acredite esa órden o esa misión para solicitar su amistad o alianza. El jeneral Prieto le llamó a su lado por pura jenerosidad i por la confianza que le inspiraron sus amigos, asegurándole que públicamente se habia adherido a la causa de los pueblos.
No trajo mas pasaporte que la justicia de su empresa; i la voluntad pública que la habia dispuesto le proporcionó todos los elementos necesarios para concluirla, miéntras don Ramón sollozaba en su retiro, no porque considerase a su Patria en peligros, sino porque conocía que su nombre no tenia entre los militares aquel prestijio que él se figuraba.
Desde allí mandaba todos los días al campamento del jeneral Prieto con don Nicolás Freire i don Miguel Benavente a informarse del estado de los negocios i a saber de sus amigos, repitiendo siempre pruebas de su adhesión a la causa de los pueblos i de constancia en sus pensamientos. Todo se le comunicaba con franqueza, i en correspondencia dice en su manifiesto: La conducta del jeneral Prieto, desde su aproximacion a Santiago hasta el rompimiento de las hostilidades, confirma la iniquidad de los planes que se habia propuesto seguir. Su cuartel jeneral fué el punto de reunión de cuantos espíritus turbulentos, de cuantos facinerosos conocidos, de cuantos hombres perdidos i desmoralizados abrigaba la República.
Si este hecho es cierto, don Ramón debe precisamente peitenecer a esa clase de hombres, supuesto que mantenía relaciones con ellos, por que de otro modo no puede concebirse cómo el jenio de la bondad hubiese tenido cabida entre esa reunión de malvados, ni cómo un hombre tan justo pudo ceder a la primera insinuacion del jefe de aquéllos para cooperar a sus miras, aceptando los poderes con que celebró los tratados. Es digno del alma vil del panejirista de don Ramón Freire el párrafo que le ha hecho firmar. Hace que diga este infeliz hombre: El jeneral Prieto en lugar de unirse conmigo, como se lo habian prescrito las provincias, se unia con la facción anti-nacional que lo habia convertido en ciego instrumento de sus cálculos mercantiles; se unia con los que habian turbado los últimos meses del téjimen constitucional por medio de incesantes conspiraciones i atentados; se unia con salteadores execrados por los pueblos; se unia, en fin, cotí la hez de la sociedad, única fracción de ella que podia abrazar tal partido i alistarse bajo tales banderas. Sin embargo, a despecho de todos estos elementos tan contrarios a mis conocidos principios, tuvo por último que unirse conmigo, o por mejor decir, tuvo que guarecerse de mi mediación para presentarse de la ruina completa a que lo condenaban su derrota en Ochagavia, la enemistad de la parte mas escojida del ejército i el odio jeneral que habia excitado su conducta entre los partidarios de la Constitucion. Viéndose vencido i humillado, sin entrar en la capital, obligado a desconfiar de una parte de sus tropas, contrarrestado por todos los militares de crédito, espuesto si se retiraba a ser víctima de las provincias, de cuya buena fé habia abusado; por último, sin otro medio de salvarse que la jenerosidad de los constitucionales, que mirándolo como un reo de lesa patria, no podian tener con él comunicaciones directas, imflotó mi mediación i su ejército me nombró plenipotenciario para alejar el golpe destructor que lo amenazaba.
En el número 8 de este periódico demostramos que esa derrota del jeneral Prieto en el campo de Ochagavia habia sido una invención de sus contrarios para mitigar el escozor que les ocasionaba la pérdida verdadera que sufrieron, pero permitiendo que el ejército de los libres no hubiese conseguido un completo triunfo, sin embargo de haber quedado en su posicion miéntras el de los contrarios tuvo que retrogradar, no podrá dejar de concederse, cuando ménos, que el resultado de esa batalla fué un problema, porque ámbos ejércitos permanecieron despues en actitud de atacarse. Siendo esto así, el jeneral Prieto tenia bajo sus órdenes una división capaz de impedir la ruina o ese golpe destructor de que estaba amenazado, según don Ramón; contaba con esa faccion anti-nacional que habia tenido arbitrios para conmover la República entera; vencido i humillado tenia ele