He oido apurar todo el saber lejista de los miembros del Congreso para probar las formalidades que se necesitan en esta causa. Pero, señores, es mui cierto que todo el que tenga algun conocimiento práctico en materias de revolucion no dejará de conocer que esta tiene su jurisprudencia propia que, por la diferencia de circunstancias, difiere tambien en mucho de la jurisprudencia ordinaria; del mismo modo que la milicia tiene sus leyes propias que, por los mismos motivos, difieren de las leyes comunes. Cuando la Patria está en peligro es preciso echar un velo a la libertad misma, i no se suspenden las garantías con respecto a unos pocos, sino por defender las de toda la comunidad. La conspiracion es un crímen de distinta naturaleza de los otros; él se prepara en el misterio, i no es justo ni prudente esperar a que se descubra, cuando esté hecho un trastorno jeneral en el Estado i se hayan causado males irremediables. Por esto es preciso ocurrir a medidas preventivas. Esta doctrina tiene en su apoyo el ejemplo i la conducta de los gobiernos mas sábios i mas libres que, en tales casos, suspenden las garantías ordinarias, i que en el nuestro lo creemos tanto mas necesario, porque, descubierto el proyecto, los cómplices deben apurar todos los medios para acabar de trastornar un gobierno, con el que se creen ya comprometidos. Nadie de buena fe negará que nos hallamos en una crisis semejante. Estamos viendo circular de dias atras, un aluvion de anónimos i escritos incendiarios que han sido introducidos hasta el santuario mismo del Congreso, provocando a la sedicion. Hemos visto la profunda i criminal maniobra de esa circular con que se ha pretendido sorprender la buena fe de los pueblos para hacerlos verificar una revolucion a nombre del ▼Congreso. Anoche, señores, se atenta contra las personas de dos diputados que fueron notados en la sesion última, por haber indicado la necesidad de tomar medidas rigorosas para sostener el órden i la tranquilidad pública. Se hallan presos, como autores o implicados en este atentado, otros dos señores diputados, cuya influencia e íntimas conexiones con otros del Congreso hacen sospechar que el contajio ha llegado hasta este mismo cuerpo, o que quizá de él mismo, validos de la inmunidad que les da su representacion, parten las chispas con que se procura poner el país en combustion. No debe olvidarse que era tambien otro señor diputado el sujeto que ordenaba la supuesta circular fuese elejido Director por los pueblos. I en tales circunstancias ¿habremos de esperar a que haya un gran número de testigos que comprueben los denuncios hechos? ¿Tendremos que atenernos a la táctica calmosa que se acostumbra en los tribunales para destruir a sediciosos que no pierden momento en desacreditar i arruinar el órden actual? ¿Podrá mas el supersticioso escrúpulo por un artículo del reglamento que la misma salud pública?
Desde el principio mismo se ha observado un empeño de trabar la marcha del Congreso para impedir el que haga algo útil, i desacreditar esta institucion. Parece que, habiendo sido el cargo que se hacia a la administracion anterior i el motivo por que se sublevaron los pueblos, el de haberles negado la libre eleccion i reunion de sus representantes, el empeño hoi de todos sus parciales es justificar, probando por el ejemplo de éste, que el país no está para Congresos, conforme a la cantinela que a todo momento oimos a estos señores. I seguramente que no tendremos Congreso capaz de hacer algo, si se entra a él mismo con la intencion de impedirle obrar i de desacreditarlo, o si se le convierte en una máquina para servir solo a maniobras de partido. Desde su formacion, vimos con dolor que no era la mejor intencion ni el patriotismo mas puro el que dirijia las elecciones. ¿Qué chileno de pundonor no ha visto con vergüenza ocupadas las sillas de los lejisladores de Chile por dos advenedizos?... (El señor Iñiguez reclamó el órden.)
Conozco la dificultad de poder hablar en asunto tan delicado sin excitar reconvenciones. Es preciso una especie de locura por la causa pública para atraerse enemistades ciertas, i esto sin la seguridad de que las revelaciones hayan de producir un resultado útil; me abstendré tambien porque tales revelaciones las creo innecesarias, cuando no hai uno que no conozca el estado del país, el empeño de los partidos i de las personas. Pero no puedo dejar de llamar la atencion del Congreso sobre la injusticia de los que conspiran contra la administracion actual. Examínese cuál ha sido su conducta desde un principio. El jeneral Freire, contra quien habian sido mandados asesinos a Concepcion, por haberse puesto al frente del movimiento jeneral de los pueblos, se presenta, sin embargo, aquí sin el menor espíritu de partido. El no solo no se venga, no proscribe, no castiga, sino que conserva en sus destinos a sus mas encarnizados i descubiertos enemigos; promueve a otros a empleos que no habian podido conseguir en la administracion misma de sus enemigos, i, aun diré mas, los llama a todos ellos a la participacion secreta de su amistad i del poder. ¿I cuál es, señores, la correspondencia? Libelos infames, negras calumnias, incesantes conspiraciones. Si la administracion actual tiene defectos, si ha incurrido en errores, si se ha hecho responsable de cargos ¿por qué no se le hacen por los medios legales que él mismo ha proporcionado al país el primero? ¿Por qué se apela a los anónimos cuando se halla establecida con la mayor amplitud i seguridad la libertad de imprenta? ¿Por qué se promueven sediciones i movimientos en los pueblos, cuando se hallan legalmente reunidos los representantes de éstos? Parece que lo que solo se pretende es restablecer el imperio de la arbitrariedad i de las venganzas: el sistema de los manejos oscuros i lucrativos.