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CARTAS ESCOGIDAS 31

lo que vos llamáis pesadeces, no encuentro más que esto de bueno. ¡Ah! si vos las odiáis no tendréis más que quemar mis cartas sin leerlas. Nuestro abate 0s abraza paternal- mente, y os conjura á que hagáis durante el tiempo que estéis en esa todos los chicos que queráis y no guardar ninguno para cuando nosotros lleguemos. Adiós, mi querida hija, os recomiendo mi vida.

A LA MISMA Los Rochers, domingo, 29 noviembre ue 1671.

Me es imposible, muy imposible el deciros, mi querida hija, la alegría que he recibido al abrir esta venturosa carta que me anuncia vuestro feliz alumbramiento. Viendo una carta de Mr. de Grignan he sospechado que estariais en cama; pero al no ver estas amables letras de vuestra mano, com- prendí que elasunto era grave. Había, sin embargo, una vuestra del quince; pero la miraba sin yer porque la de Mr. de Gri- guan me trastornaba la cabeza; en fin, la he abierto con un temblor extraordinario y he encontrado todo lo que yo podia desear en el mundo. ¿Qué pensáis que yo haga en este exceso de alegría ?

Preguntad al coadyutor, vos mo os habéis encontrado nunca en esta situación. ¿Sabéis lo que se hace? El corazón se con- mueve, se llora sin poderlo impedir; esto es Jo que yo he hecho, querida mía, con mucho placer : son lágrimas de una dulzura que no puede compararse á nada, ni aun á las alegrías más brillantes, Como vos sois filósofa, sabéis las razones de todos estos efectos; en cuanto á mí, yo lo siento y voy á hacer decir tantas misas para dar gracias á Dios por este beneficio, como mandé decir para pedirselo. Si el estado en que estoy durase mucho tiempo, la vida sería demasiado agradable; pero es preciso gozar del bien presente, las penas yienen bastant6

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