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PRÓLOGO vu

esta vida de lujo y de ocio pueden las pasiones tener el rarácler de fantasías, del mismo modo que las manías pueden llegar á convertirse en pasiones.

Ella idolatraba á su hija, y todo lo miraba en el mundo bajo este aspecto. Arnaul d'Andilli la llamaba por este motivo la bonita pagana. El alejamiento no había hecho más que exal- tar su lerneza, no teniendo otra cosa en qué pensar; las cues- tiones, los cumplimientos de todos los que ella veía giraban sobre este tema; esta cara y casi única afección de su corazón había acabado por ser á la larga para ella un objeto de nece- sidad, como podía tener necesidad de un abanico. Por otra parte, Mad. de Sevigné era perfectamente sincera, abierta y enemiga de los semblantes falsos; ella es precisamente una de las primeras de quien se debe haber dicho ser una per- sona de verdad ; ella hubiera inventado esta expresión para su hija si Mr. de la Rochefoucaul no la hubiese ya inventado para Mad. de La Fayette : ella se complace al menos en apk- cársela á aquella á quien ama. Cuando se ha analizado bien y estudiado de mil maneras este inagotable amor de madre, se viene sin querer á la opinión y á la explicación de Mr. de Pomponne : « Parece que Mad. de Sevigné ama apasionada- mente á Mad. de Grignan : sabéis el secreto de estas car= tas. ¿Queréis que os le diga? es que la ama apasionada- mente. » Sería en verdad mostrarse ingrato el censurar á Mad. de Sevigné por esta inocente y legítima pasión á la cual debemos el poder seguir paso á paso la mujer más espi- ritual de veinte y seis años de la época más amable, de la más amable sociedad francesa (1).


(1) M. Walckenaer (Memorias sobre Mad. de Sevigné) hace notar muy bien que ella que tuvo tan desenvuelto el sentimiento maternal, no tuyo tiempo de sentir el filial por haber quedado huérfana desde muy corta edad. Toda la pasión de su corazón estuvo como lenida enr eserva para descender en seguida y fijarse en su hija. Viuda lesde muy temprano en los años más bellos de su juventud, parece