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86 MÁDAMA DE SEVIGNÉ

como hombre que está en el lugar de los sucesos y que ve que para su mejor servicio es preciso obtener un perdón de su bondad por esla vez.

Si supieseis como ciertas gentes censuran á Mr. de Grignan por haber considerado poco su país, en comparación con la obediencia que él quería establecer, veriais cuán difícil es con- tentar á todo el mundo; pues si él se hubiese conducido de otro modo sería todavía peor. Los que admiran la elevación del sitio en que él está, no conocen las dificultades. Por ejemplo, ¿no sois vos ahora dignos de compasión? El viaje del Rey se ha deshecho completamente; pero las tropas marchan siempre hacia Metz. Sévigné está allí yá; la Trousse se va; los dos más cargados de buenas intenciones que de dinero contante. Está presente el arzobispo de Reims que comienza por haceros mil saludos muy carif»sos : dice que Mr. de Uzés no ha vistoá su padre hoy: me asegura también que el Rey está muy contento de vuestro marido; que recibe el presente de vuestra provin- cia, pero que por no haber sido obedecido puntualmente envía sus órdenes para desterrar algunos cónsules; no se puede decir más por el correo. Lo que es preciso hacer en ge- neral es ser siempre muy apasionado por el servicio de S. M; pero es preciso tratar también de aliviar un poco los corazones de los provenzales, á fin de estar más en condiciones de hacer obedecer al Rey en este país.

Mr. de la Rochefoucauld os dice, y yo con él, que si la carta que le habéis escrito no os parece buena, es porque no sabéis lo que decís. Tiene razón : esta carta es muy agradable y muy espiritual; esta es la respuesta. Adiós, mi querida condesa; pierso en yos día y moche; dadme medios de serviros para

distraer mi ternura.