GARTAS ESCOGIDAS 231
Doy todas las tardes un violín y una pandereta con muy pocos gastos; y en estos prados y estos bonitos bosques es una alegría el ver bailar los restos de los pastores y las pastoras del Lignon (1). Me es imposible el no desearos, no obstante lo seria que sois, que viérais esta especie de locuras.
Tenemos aquí la Sibila de Cumas (2), muy compuesta y s adornada como una jovenzuela. Cree curarse y me da compa- 2 sión. Yo creo que esto seria posible si esta fuese la fuente tte l la Juventud. Lo que decís sobre la libertad que se toma la 1 muerte de interrumpir la fortuna, es incomparable; es lo que > debe consolarnos de no estar en el número de sus favoritos, y pues esto nos hace encontrar la muerte menos amarga. Me 3 preguntáis si yo soy devota. ¡Ah! no, y lo siento mucho; pero 1 me parece que me separo en cierto modo de lo que se f 1 1 6 E 1
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llama mundo. La vejez y un poco de enfermedad dan tiempo para haser grandes reflexiones; pero lo que yo quito al pú- blico me parece que os lo doy á vos: así es, que no avanzo mucho en el hecho de librarme de este sentimiento, y vos sabéis que el derecho del juego debía ser el comenzar por borrar un poco aquello por que se tiene más interés. Madama de Montespan partió el jueves de Moulin en un «4 barco pintado y dorado, adornado con damasco rojo, que le 1 había hecho preparar el Intendente con mil cifras y mil ban- 5 derolas de Francia y de Navarra. Jamás se vió nada más ga- «l lante. Este gasto asciende á más de mil escudos, pero fué 3 pagado todo al contado con la carta que la hermosa escribió s al Rey, pues no hablaba ni una palabra de esla magnificencia. A No quiso dejarse ver de las mujeres, pero los hombres la .+ vieron por mediación del Intendente. Se embarcó en el Allier
- 3 para tomar el Loira en Nevers, que debe conducirla á Tours y
y después á Fontevraull, donde esperará la vuelta del Rey que d ha sido aplazada por el placer que tiene en las cosas de la 3 Guerra. Yo no sé si se debe amar esta preferencia. (1) Pequeño río al cual ha dado celebridad la novela Astrea, (2) Madama de Pequigny.
