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2 MADAMA DE SEVIGNÉ

opinión. » Pero sin embargo — ha dicho el Canciller — aun- que vos no reconozcáis la Cámara, la contestáis, la presen- táis documentos y aquí estáis en el banquillo. — Es verdad, señor, aquí estoy; pero no estoy por mi voluntad: se me trae; hay un poder al cual es preciso obedecer, y esto es una mor- tificación que Dios me hace sufrir y que yo recibo de su mano, acaso me la pudieran evitar después de los servicios que he prestado y los cargos que he tenido el honor de ejercer. »

Después de esto el Canciller ha continuado el interrogatorio sobre la pensión de las gabelas, en el cual Mr. Fouquet ha res- pondido muy bien. Los interrogatorios continuarán, y yo con- tinuaré mandándolos fielmente; solo quisiera saber si recibís mis cartas con seguridad.

Adiós, siento que me invade la gana de hablar, y no quiero abandonarme á ell: : es preciso que el estilo de las relaciones sea corto (t).

AL MISMO

Jueves, 20 noviembre de 1664.

Mr. Fouquet ha sido interrogado esta mañana sobre el mareo de oro : ha respondido muy bien. Varios jueces le han saludado; el Cancitler se lo ha reprochado, y ha dicho que no era esto costumbre siendo consejero bretón. « Es á causa de ser de Bretaña el saludar tan bajo á Mr. Fouquet. » Al volver por el arsenal á pie para pasearse, Mr. Fouquet ha preguntado qué obreros eran aquellos; se le ha contestado que eran los que


(1) Esta carta y las que se siguen contienon un relato muy vivo $ interesante del célebre asuulo Fouquet. Pintan tan bien el alma de Mad. do Sévigne, la sensibilidad tan pronta y animada que le distingue, su entero sacrificio por sus amigos, que hemos decidido reproducir toda esta parle de la correspondencia,