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CARTAS ESCOGIDAS 261

vuestra amistad. Os aseguro, al menos, que no 0s engañáis en el pensamiento en que tengo necesidad de estos socorros; nada me es en efecto tan necesario; es verdad que pienso en ello demasiado á menudo, que vuestra presencia me hubiese sido mucho más; pero vos estabais dispuesta de una manera tan extraordinaria, que los mismos pensamientos que os han determinado á partir me han hecho consentir en este dolor, sin osar hacer otra cosa que ahogar mis sentimientos. Era un crimen para mí mosirar pena por vuestra salud : os vería perecer á mi vista y no me era permitido verter una lágrima ; esto era mataros, era asesinaros; era preciso callar; no he visto jamás una especie «dle martirio más cruel ni más nuevo. Si en lugar de esta imposición que no hacia más que aumentar mi pena hubieseis estado dispuesta á comprender vuestro languidecimiento y vuestra amistad por mí, se hubiese toma- do en complacencia, y en demostrarme un verdadero deseo de seguir las indicaciones de los médicos, de alimentaros, de seguir un régimen, de confesarme que el reposo y el aire de Livry 0s hubiesen sido buenos; esto es lo que verdaderamente me hubiese consolado y no el ahogar todos nuestros senti- mientos. ¡Ah, hija mía! estábamos ya de tal manera al fin, que era preciso hacer lo que hemos hecho. Dios nos mostraba su voluntad por esta conducta; pero es preciso tratar de ver si quiere que nos corrijamos y que en lugar de la desespera- ción á que me condenabais por amistad, no sería un poco más natural y más cómodo el dar á nuestros corazones la libertad que quieren tener y sin la cual no es posible vivir en reposo.

Ya está dicho una vez para todas : no diré nada más acerca de esto. Pero hagamos nuestras reflexiones cada una por huestro lado, á fin de que cuando á Dios le plazca, que nos volvamos á encontrar juntas, no caigamos de nuevo, en seme- jantes inconvenientes. Una prueba de la necesidad que tenéis de no haceros violencia, es el consuelo que habéis encontrado en las fatigas de un viaje tan largo. Es preciso remedios extraordinarios á las personas que lo son : los médicos no hubiesen jamás imaginado este. Dios quiera que continúe