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Página:Sevigne Cartas Escogidas.djvu/381

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CARTAS ESCOGIDAS 359

En verdad, mi querida hija, que el Rey está bien servido, no te cuenta para nada ni la hacienda ni la vida, cuando se trata de agradarle: si fuésemos así para Dios, seríamos unos grandes santos.

Hemos reido el caballero y yo del trabajo que nos costó en Marsella, comprender que hubieseis vuelto á vuestra casa para rogar á Dios, preguntándonos el uno al otro : « ¿Pero, qué ha querido decir? ¿Entendéis esto? No: ni yo tampoco. » Como si hubieseis sido atacada de delirio, ó hubieseis dicho una cosa por otra. En fin, no he visto jamás nna ceguedad semejante; yo que sé que vos tenéis siempre algún movimiento para el día del Señor, estaba tan fuera de mi sitio en Marsella, por la ópera, y por esta multitud de gente de que estabais rodeada, que jamás pude darme cuenta de vuestra regularidad. En ver- dad, mi querida hija, pienso que es preciso pediros perdón por esta injusticia. Os compadezco por estar obligada á oir malos sermones, este es un verdadero trabajo. Yo los oigo aquí muy buenos : el P. Soanen, en San Gervasio ; el abate Anselmo en San Pablo, pero no todos los días. Esa es una obligación que impone el puesto en que os encontráis. Yo confieso, que cuando obliga á comulgar sin otra razón que esta representación exte- rior, no me resolvevía fácilmente á ello, y me gustaría más no edificar á tontas é ignorantes, que poner tanto al juego en una ocasión tan importante, pues yo estoy segura de que todos los primeros domingus de cada mes, todas las doce ó trece fiestas de la virgen, es preciso pasar por esto. ¡Oh, Dios mío ! decidles que San Luis, que era más santo que santa sois vos, no comulgaba más que cinco veces al año.

Pero, ¿se sabe la religión en provincias? Todo lo convierten en peregrinaciones, en penitencias, en ex-voto, en mujeres disfrazadas de diferentes colores.