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es preciso que os marchéis á alguna parte, pero,¿ qué dice Mr. de Grignan de esta furia?
Yo no creo que haya ejemplo de semejante conducta de venir á derribar el castillo de sus padres y hacerle inhabitable. Voy á escribir acerca de esto á Mr. de la Garde; estoy segura que peusará como nosotros.
No quiero Lodavía pensar en la marcha de los pobres Gri- guan; esto me conmueve sensiblemente, y admiro como vos la resolución del caballero; el Dios de los ejércitos le sostendrá, pues no le es preciso menor apoyo. Mad. de Chaulnes me dice que veré á Esther; que Mad. de Coulonges vendrá á Versalles conmigo y que mos dará su equipaje, pues yo no voy sino es con esta condición.
Adiós, mi muy querida y muy amable; os abrazo mil veces.
Dios mío! ¡qué pronto pasan á mi corazón todos vuestros sen- timientos, y cómo todos vuestros sentimientos son verdadera- menie los mios]
A LA MISMA Paris, miércoles 9 marzo 1689.
La carta de Mr. de Grignan, me ha hecho temblar á mí, querida hija, que no puedo sufrir la vista ni la imaginación de un precipicio : ¡Qué horror! ¡pasar por encima, y estar siempre á dos dedos de una muerte terriblel No comprendo cómc Mr. de Grignan pudo ir á un país dónde ni los osos pueder permanecer.
Verdaderamente, las señoritas de la Charce, están agrada- blemente establecidas; ese es un bonito castillo. Lo que me molesta es que temo que estos demonios (los hugonotes) que desaparecen cuando tienen miedo y cuando ven á Mr. de Gri- gnan, no reaparezcan con la misma facilidad en el momento que él no esté allí. Esto sería cuestión de volyer á comenzar cada día,
