CARTAS ESCOGIDAS 55
mientos. ¡Mala ! ¿Por qué me ocultáis algunas veces tan preciosos tesoros ? Tenéis miedo de que yo muera de alegría; ¿pero no teméis también que muera del disgusto de creer lo contrario ? Tomo por testigo á d'Hacqueville del estado en que me ha visto otras veces; pero dejemos estos tristes recuerdos y dejad- me gozar de un bien sin el cual la vida me es dura y molesta.
Esto no son palabras, son verdades. Mr. de Guenegaud me ha enviado á decir que os ha visto de mi parte. Yo os conjuro de guardar el afecto; pero nada de lágrinas, yo os lo ruego; no osson tan sanas como á mí. Soy akora bastante razonable ; me sostengo por necesidad, y algunas veces estoy durante cua- tro ó cinco horas como cualquier otra persona ; pero, por muy poca cosa vuelye ¿ mi primer estado. Un recuerdo, ún sitio, una palabra, un pensamiento demasiado fijo; vuestras carlas sobre todo, aun las mías cuando las escribo, alguno que me habla de vos; ved aquí los escollos de mi constancia y estos escollos se encuentran á menudo. He visto á Raimond en casa de la condesa de Lude ; ella me cantó una nueva canción del baile. Veo á Mad. de Villars; me distraigo con ella porque comprende mis sentimientos; os manda mil recuerdos. Ma- dame de La Fayette comprende también las ternuras que tengo por vos y está admirada del afecto que vos me mostráis. Yo voy bastante á menudo á casa de mi familia ; algunas veces aqui paso la noche por cansancio, pero raramente. He visto á la pobre Mad. Amelo! ; llora mucho, yo comprendo esto, Haced alguna mención de cierlas gentes en vuestras cartas á fin de que yo se lo pueda decir. Voy á los sermones de Mascaron y de Bourdaloue, que se exceden á sí mismos. He aquí bas- tantes noticias : tengo muchas ganas de saber las vuestras y cómo lo habéis pasado en Lyon; para deciros la verdad no pienso en otra cosa. Sé vuestro camino y dónde habéis dormido todos los días. El domingo estabais en Lyon ; hubierais hecho bien en reposar allí algunos días. Me habéis dado deseos de informarme de la mascwrada del martes de Carnaval. —He sabi- do que un hombre muy alto, tres dedos más alto que cualquier