Se trataba en clase de la pérdida de la possessio.
El discípulo, un boliviano locuaz ó incisivo, pone un ejemplo de vidrios rotos.
—En primer lugar, observa el Dr. Goyena, no había vidrios en tiempo de los romanos.
Pero, en esta ocasión, el alumno no tardó en tomar la revancha.
Pocos momentos después, el profesor propone el caso de un reloj que hubiese caído al mar.
—En primer lugar, replica el discípulo, no había relojes en tiempo de los romanos. Y en segundo lugar, faltaría saber si se hallaba á mano algún buzo!
El Dr. Goyena, como todos los jóvenes de talento, progresa en condiciones de inteligencia y de carácter á medida que retrocede hacia la coronilla la vanguardia de sus abundantes cabellos.
Marcha con el siglo; el movimiento ascensional de las ciencias, de la literatura y de las artes lo acompaña, no lo arrastra.
Modifica sus principios, de acuerdo con las investigaciones de la ciencia contemporánea.
Atina las cuerdas de su alma con el diapasón de nuevas creaciones artísticas.