al parecer llenas de vida; pero de repente, por no sabemos qué inconsecuencia, os llama la atención un soberbio disparate dicho con una naturalidad candorosa, como si en aquel organismo no se hubiera producido una sensible transición.
Es que Olmedo no se siente: No ha notado que el opa de la casa ha salvado la vigilancia doméstica y ha dado al diablo con todo lo que en ella representaba orden y compostura.
Este defecto de Olmedo proviene, á nuestra manera de entender, del medio en que se ha criado y de los elementos que lo han rodeado desde la cuna hasta la edad adulta.
Hijo único de un matrimonio que ha hecho de él un verdadero culto, mimado hasta la exageración, absoluto, caprichoso, rey del hogar, su inteligencia como su carácter han recibido la mas perniciosa de las herencias: la vanidad.
La vanidad constituye el fondo del carácter de Olmedo. Este, en fuerza de haberlo oido de boca de sus padres, cree que nadie es mas buen mozo que él, que ninguna mujer lo