para él son cosas sin sentido, sigue impertérrito el camino de sus ambiciones personales.
La audacia de Rojas corre parejas con su ignorancia. Es audaz como los niños que cuentan con la benevolencia de los mayores.
No aceptará nunca un lance personal; no lo ha provocado jamás. Cuanto ha dicho ó hecho ha sido en virtud de la impunidad ó cuando ha estado con las espaldas bien guardadas.
El dia que Rojas sienta ó tema que puede perder un ojo á consecuencia de una de sus malas acciones, lo hemos de ver cambiar de conducta.
Lo que él mezquina es su bestia, que lo que es de su alma nada se le importa.
El castigo moral, el desprecio de la gente honrada, los fallos justicieros de la historia, —todo eso no le preocupa.
Pero el dolor de la carne, la idea de la muerte, la venganza de una injuria.... ¡Oh! eso le hará temblar.
Rojas no tiene una conciencia que le reclame cuando contraría los preceptos eternos de la verdad y de la justicia.
Hé ahí la razón de su audacia.
Si no fuera una herejía científica, yo diria que á Rojas le falta corazón, y que el