Pero también ha llevado al Parlamento inmensas satisfacciones: la de su aspiración á la vida pública; la del legítimo orgullo de una escepcion honrosa sin dejar de ser merecida; y la de haber aprendido una escelente lección de ciencia política.
Ya sabe que aún las eminencias del talento político, y los ejemplos de la virtud cívica, tienen sus eclipses.
Cuando no saben ó no quieren interpretar fielmente las verdaderas pasiones de la multitud.
O cuando desconocen la eficacia de las circunstancias en la vida de las sociedades humanas.
Hay premisas que deben constituir el credo de todo estadista.
Que no es dable juzgar á los hombres con una pincelada, porque la escuela realista es la cátedra contemporánea, y ella nos enseña que nada hay bueno en absoluto, ni nadie es absolutamente malo.
Que la profesión de principios sanos es una esperanza que, para trocarse en realidad, necesita codearse con otros factores positivos: la atmósfera política del momento, los elementos