jefes y soldados de la Guardia Liberal, ha hecho lo que poquísimos de su generación: permanecer fiel á la tradición, y á la disciplina de su partido.
Inteligente, simpático, honrado, pudo desertar sin mengua de su puesto de sostenedor del gastado palio mitrista, ó ir á campear una fortuna que no le hubiese sido arisca, y que, años atrás, lo habría remolcado hasta la importante posición que hoy ocupa.
Sin embargo, no lo hizo. Vestal invulnerable de su religión política, continuó sin fatiga atizando el fuego del mitro-liberalismo, con su propaganda personal, primero; con su colaboración en las conferencias de «La Argentina», mas tarde; y últimamente en la dirección de las evoluciones políticas del Napoleón que no ha conocido mas Isla de Elba que La Nación ni mas Santa-Helena que su biblioteca, después del Leipzick de 1874, y del Waterloo de 1880.
Aunque su espírítu diste mucho de ser estacionario, Carballido se preocupa poco ó nada de rectiñear las teorías adquiridas la víspera, formulando nuevos principios de fisiología social ó política.
Hay, en efecto, tres esferas de adhesión individual.