los caramelos de mi infancia en la lectura periodística.
Un buen día tuve ocasión de alternar esos plats du jour con la ración diaria de «Una escursión á los Ranqueles».
Me había aaostumbrado á la variedad periódica de los temas, y seguir una relación intermitente equivalía para mí á convertirme en cliente de Ponson du Terrail, prendiéndole á las «Aventuras de Rocambole» que, si mal no recuerdo, eran folletín de moda en aquellos felices tiempos del cólera y de la fiebre amarilla.
Sin embargo, me atreví á hincarle diente á la prosa de Mansilla, y á fé que no llegué á arrepentirme: aquella era vol-au-vent diario de la misma forma, pero con sabroso y distinto relleno.
Aquella literatura sencilla y cuya naturalidad no se alejaba sino «para volver al galope» hizo germinar mis primeras aficiones por el realismo de pluma.
Y Mansilla se me representó tal como lo conocí años mas tarde; el estilo habia confirmado una vez mas el dicho que se atribuye á Buffon.
Después, pude apreciar el mérito intrínseco de aquel chef d'leuvre de Mansilla; pero todavía no alcancé á esplicarme como un militar