podía permitirle el pasatiempo de esplotar vetas literarias, y consagrarse á un oficio que yo creia incompatible con la carrera de la espada.
Supe, entonces, que Mansilla era un excéntrico. Sobresalia en los gustos mas refinados del diletanti, gastaba capa de seda, y era el consumidor único de todas las mas raras importaciones del tono parisiense.
Sí; pero ¿y los dedos para semejantes sonatas?
Era indudable que los tenia bien ejercitados.
Como escritor, sobresale en el género epistolar. Es su enfermedad contagiosa, como puede atestiguarlo Santiago Estrada.
En otro terreno, en el doctrinarismo político, por ejemplo, su estilo de periodista se resiente de falta de engarce en las ideas.
De ahí que su espresión sea cortada y breve, como la de don Federico de la Barra, solo que este es capaz de abordar el mas escabroso razonamiento, tiro el tiro, es decir, palabra por palabra.
Mientras que Mansilla divaga y se estravia, cada vez que pontifica, pluma en mano, desde la tribuna de la prensa.