Página:Siluetas parlamentarias.djvu/223

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No hay cargo sério en las líneas que preceden. Conozco al distinguido sanador, y consta á todos que abriga sentimientos elevados y patrióticos.

Pero ¿quién no se estravía en medio de los torbellinos de ambición que invaden nuestro mundo político, como aquellos de seres humanos con que pobló su infierno la fantasía del Dante?...

El político, mas que el hombre privado, se encuentra sometido muchas veces á tensiones contrarias, y termina, —ó por debatirse en la desesperación, —ó por hundirse en el desfallecimiento, —ó bien se torna revolucionario,— cuando no contemporiza, midiendo prudentemente las consecuencias probables de sus actos.

Durante los primeros años de la guerra del Pacífico, éramos los argentinos, mas aperuanados que los mismos peruanos.

Deseábamos de corazón que los descendientes de Pizarro deslomasen á los de Almagro, en conmemoración de la primera lucha de hace siglos, entre ambos conquistadores.

En realidad, nos parecía que otros nos evitarían la probable empresa de poner panza